En la mayoría de nuestros países existe un terrible flagelo que amenaza la estabilidad democrática: la corrupción. Cuán difícil resulta pedir a los pobres de nuestra América Latina y de nuestro país que crean en la democracia y mantengan su fe en las instituciones del Estado, cuando sus líderes y administradores del bien común, los elegidos por el pueblo para gobernar, exhiben conductas corruptas apropiándose del patrimonio de todos los ciudadanos para su provecho o descapitalizando la riqueza pública en beneficio de los negocios privados o simplemente robando. La corrupción es un flagelo que niega el derecho de la gente e instala la prebenda, la coima, el cohecho, desarticula la probidad administrativa, niega la honestidad y la corrección en los comportamientos de los administradores y gobernantes y esto, visto por los ciudadanos, promueve la indignación, la ira, la falta de confianza y debilita la democracia; por lo tanto, la corrupción es corrosiva y también subversiva.
Es necesario y urgente encontrar respuestas a la crisis política endémica de nuestros países: la falta de auténtico liderazgo; desgaste de los modelos, especialmente económicos; resquebrajamiento de los valores éticos, morales, cívicos y espirituales; las deficiencias y carencias de la administración de justicia; y la percepción errónea de las verdaderas y urgentes necesidades humanas de la sociedad.
Dentro de la convivencia democrática que debe existir en un país, no puede ser excluida ninguna institución. Siendo las FF.AA. una institución histórica y esencial para la sobrevivencia del Estado, que deben cumplir una misión de singular trascendencia, es vital que se mantenga en el más alto nivel su capacidad operativa, valorar su importancia y respetabilidad en la vida del Estado. Históricamente, las FF.AA. nacieron con vocación libertadora que encarnó el honor y la dignidad de nuestros pueblos, en las heroicas luchas por la independencia. Su presencia contribuye a la defensa de la integridad y soberanía de la patria, por lo tanto, no pueden escamotear su importancia y su apoyo al afianzamiento y fortalecimiento del sistema democrático.
El filósofo austriaco Karl Popper (1902-1994), en su libro La Sociedad Abierta y sus Enemigos, señala que en el contexto de la dinámica de cambios, el problema se centra “en cómo cambiar un mal gobernante que, habiendo sido elegido democráticamente, hace uso del poder para destruir la democracia. Esto es, cómo en democracia se puede salvar la democracia, sin necesidad de recurrir a la intervención militar”; a esto se debe agregar: ¿Qué debemos hacer para obligar al Presidente legalmente electo –mal o bien escogido– a que gobierne dentro del marco constitucional, respetando las leyes e instituciones en beneficio de todos los ciudadanos, en especial de los más pobres?