Se va con algo mío la tarde que se aleja;
mi dolor de vivir es un dolor de amar;
y al son de la garúa, en la antigua calleja, me invade un infinito deseo de llorar…Medardo Ángel Silva
Vienen a mi pensamiento los versos de nuestro poeta niño, porque este sentimiento no nos abandona a la mayoría de ecuatorianos (por no decir a todos), desde aquella fatídica noche del sábado 16 de abril, cuando temblando como una hoja de árbol, nos resignamos, con gran impotencia, a dejar que la naturaleza haga su santa voluntad.
Un infinito deseo de llorar… que surgió durante y luego de tomar conciencia de la magnitud de la tragedia, para todos y en especial para los que habitamos la costa ecuatoriana, mayormente devastada por el terremoto.
Un infinito deseo de llorar… que continúa a flor de piel. Para los indirectamente afectados, se irá diluyendo en el transcurso de los días o meses, para los directamente afectados la cosa es más terrible, tomará meses, quizás años o nunca se irá y se tornará una depresión constante que marcará su existencia terrenal.
Un infinito deseo de llorar… que con el transcurso de las horas y los días, se transforma en infinito deseo de llorar…pero de alegría, al ver cómo hemos respondido ante el dolor y la tragedia, todos unidos, en un solo puño, desde el que vende lotería, hasta el dueño de banco y empresa, pasando por el médico, el carpintero, el comunicador…en fin, toda la Sociedad Civil Ecuatoriana, todos aportando con algo, sea un producto o un servicio.
Un infinito deseo de llorar… pero de orgullo de ser ecuatoriano, de ver las caras lindas y solidarias de mi gente bella, sin tiempo, sin cansancio, sin aburrimiento. Esta gente bella que forma la Sociedad Civil Ecuatoriana y a la cual me enorgullezco de pertenecer.
Esta Sociedad Civil, a la que hace pocos días aludía el Señor Presidente, durante su intervención en el marco de la conmemoración del Primer Cuarto de Siglo de la Encíclica Centésimus Annus, organizado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales del Vaticano, durante el cual hizo un llamado a tener mucho cuidado con lo que se defina como Sociedad Civil, precisando que las decisiones las deben tomar “hombres políticos con legitimidad democrática y con responsabilidad política”.
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Cuan fuera de lugar, resuenan estas palabras en los momentos de pánico y luego de desolación, vividos por la Sociedad Civil Ecuatoriana, son palabras provenientes de un pensamiento muy cerrado de carácter científico ortodoxo, contrario al pensamiento sistémico. (El pensamiento sistémico es la actitud del ser humano, que se basa en la percepción del mundo real en términos de totalidades para su análisis, comprensión y accionar, a diferencia del planteamiento del método científico, que sólo percibe partes de éste y de manera inconexa. El pensamiento sistémico es integrador, tanto en el análisis de las situaciones como en las conclusiones que nacen a partir de allí, proponiendo soluciones en las cuales se tienen que considerar diversos elementos y relaciones que conforman la estructura de lo que se define como sistema).
Cuántas horas valiosas se hubieran perdido, si la Sociedad Civil Ecuatoriana, no hubiera reaccionado a tiempo, hasta esperar “la orden“ que baje de Quito para poder actuar. Cómo esperar acciones inmediatas y adecuadas, de un sistema que jamás se preocupó de tomar las medidas necesarias, cuando los recursos lo permitían, a sabiendas que Ecuador está ubicado, sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico.
Qué esperar de un sistema que decidió desaparecer el fondo de contingencia y desviarlo a otros gastos innecesarios, que despotrica de otros gobiernos; sin embargo, en estos momentos con la mirada al piso, debe aceptar la ayuda que le brindan. Qué esperar de un sistema que gastó ingentes recursos de créditos internacionales (sin rendición de cuentas al mandante) en propaganda, edificaciones innecesarias, pagando a artistas internacionales, asignando recursos para maquillar la imagen presidencial internacionalmente, pagar derechos de canciones para propaganda, mantener en su entorno a los corifeos con ingentes gastos distraídos del erario nacional, entre otras fantasías alejadas totalmente de la realidad, para satisfacer personalismos y deseos reprimidos durante años de auto marginación social.
Un sistema que ahora pregona crisis y pretende que sea precisamente esa Sociedad Civil la que se ajuste el cinturón, mientras el sistema continúa en festejos, invitaciones y cosas baladíes. Cerrando su ciclo con tragedia y casi una década perdida, comandado por “hombres políticos con legitimidad democrática y con irresponsabilidad en las decisiones políticas”, dejando a los ecuatorianos con un infinito deseo de llorar…
Una vez más, la Sociedad Civil Ecuatoriana, ha salido por sus fueros, sacando a la superficie el espíritu indomable, propio de los ecuatorianos, que nos hace grandes y solidarios ante la adversidad.
Un infinito deseo de llorar…que se irá amortiguando en el tiempo, que irá dando paso a la esperanza de mejores días para esa hermosa Provincia de Manabí, tan golpeada en estos momentos, que irá dando paso a su transformación, volviendo a ser el emporio de trabajo, turismo y alegría que caracteriza a los manabitas.
Un infinito deseo de llorar…pero de alegría… de saber que no estamos solos, que nos tenemos los unos a los otros, pese a nuestras diferencias de distinta índole, que siempre persistirán y a pesar de que el sistema ha pretendido dividirnos, para poder conseguir sus propios intereses…no lo ha logrado.
VIVA LA SOCIEDAD CIVIL ECUATORIANA!!!
Concuerdo totalmente con su escrito doña Guadalupe.