La ineptitud de un ídolo de barro

Para quienes habían considerado que la prepotencia, la intolerancia y el irrespeto a la libertad de expresión y de disenso de este gobierno sería la manera más simplificada de identificar el período de gobierno de Rafael Correa, les tengo una mala noticia. Para quienes habían considerado que la corrupción -todavía no descubierta en la magnitud de la certeza que tenemos los ecuatorianos que ha ocurrido en el periodo de gobierno de la revolución ciudadana- sería su mayor característica, les tengo una mala noticia. Para quienes creían que el despilfarro, el borreguísimo y el populismo serían las particularidades de mayor relevancia de este gobierno revolucionario del Socialismo del Siglo XXI, les tengo una mala noticia.

A pesar de que todas las representaciones anteriores son relevantes e irrefutablemente caracterizan a Rafael Correa y su gobierno, ha sido necesaria una lamentable tragedia como la del sábado abril 16 de 2016, para totalmente desnudar ante el mundo el mayor de los males del correismo: la ineptitud.

Una ineptitud siempre maquillada con miles de millones de dólares en ingresos petroleros, con miles de millones en ingresos, sin parangones en la historia del país, de recaudaciones fiscales, miles de millones en ingresos ilegítimos y controversiales fruto del asalto a las arcas de todo organismo que al Presidente le ha dado la regalada gana de asaltar mediante leyes y el apoyo irrestricto de asambleístas carentes de personalidad e identidad propia, y por supuesto, de los ingresos resultados de la invasión histórica a las economías de las empresas y de los ciudadanos ecuatorianos.

Este régimen es un gobierno inepto para entender que se necesita de la producción, el comercio, la inversión privada, las libertades de movimiento de capitales, de confianza y de respeto a las instituciones democráticas para generar progreso. Un gobierno inepto en su capacidad de entender la diferencia entre gasto y ahorro, y la importancia del ahorro para prevenir shocks en una economía dolarizada, ya sea por razones externas, catástrofes naturales como terremotos, erupciones volcánicas, fenómeno del niño o inviernos fuertes, o eventualidades que puedan peligrosamente afectar a una endeble economía dolarizada.

Una ineptitud abiertamente manifiesta para aplicar un modelo económico acorde con las necesidades y realidad nacional, ineptitud expuesta mediante el modelo económico adoptado y sus cada vez más terribles consecuencias en la economía de la clase media, popular, del sector comercial y del empresarial. Una ineptitud impetuosa en el momento de enfrentar la crisis de la caída de los precios del petróleo, que no les ha permitido asumir realidades y modificar errores del modelo económico. Una ineptitud irresponsable para el manejo de la Política Exterior, que nos ha llevado a confrontar a los principales aliados comerciales, económicos y culturales, favoreciendo a los doctrinariamente radicales, similares a los revolucionarios del Socialismo del Siglo XXI. Una ineptitud atrevida para actuar y comportarse como el jefe del estado ecuatoriano. Una ineptitud conceptual para entender que la democracia, que una sociedad libre, necesita de una prensa independiente, de la dinamia de la sociedad civil y de los organismos no gubernamentales para defender a la sociedad del poder absolutista e infame de los gobiernos y del respeto irrestricto a los derechos humanos y a la oposición política.

Y es que no existe nada más peligroso que un inepto sin humildad, especialmente con el control total de los poderes políticos y de las instituciones democráticas. Los experimentos socialistas del siglo XXI en Venezuela, Argentina, Ecuador así lo demuestran.

Ecuador no se merece la prepotencia ilimitada que solo se manifiesta de la ineptitud de un ídolo de barro.