El rol como intermediario del señor Rodríguez Zapatero, en lo que respecta a Venezuela, se puede decir que es polifacético. Primero vino como observador de las elecciones legislativas, en diciembre pasado, para luego formar parte, como representante del gobierno, junto con otros dos expresidentes Torrijos y Fernández, de la Comisión de la Verdad creada por Nicolás Maduro. No sin antes servir de embajador de buena voluntad, al repetir viaje a Venezuela para entrevistarse con Maduro y con representantes de la Asamblea Nacional, tratando de iniciar un dialogo en el cual solo tiene interés particular el gobierno nacional. Adicionalmente, representando igualmente al oficialismo, se aparece sorpresivamente, hace unos días, en la cárcel de Ramo Verde con el propósito de visitar a Leopoldo López; esto último, no sabemos, si como parte del dialogo que pretende llevar a cabo o de la investigación que debe realizar la Comisión de la Verdad.
En todo caso, lo que se ha podido entrever en las noticias, es que aparentemente, pues no hay una confirmación de Zapatero o del propio Leopoldo López, el expresidente español vino a ofrecerle un trato a nuestro preso político más internacional y emblemático. Que si fue a cambio del Revocatorio, o de su inhabilitación política para los próximos años, lo cierto es que no nos convence en forma alguna, que semejante propuesta haya podido efectuarse. Primero, porque nos parece absurdo canjear su libertad por un referendo que no depende necesariamente de él, o de una inhabilitación electoral que a estas alturas del partido lo sacaría del juego político; amén de que sería pagar un precio muy alto. Tan alto como reconocer que él, Leopoldo López, es culpable de lo que se le acusa, esto es, de asesinato. En segundo lugar, porque de ser cierto dicho ofrecimiento, quedaría en entredicho la conducta del señor Rodríguez Zapatero en todo este asunto; una actitud que contrasta en todos los sentidos, con la muy digna de su antecesor e icono del socialismo internacional Felipe González.
Ahora bien, el dialogo como tal, propuesto por el gobierno venezolano, con el endoso de Unasur y otros países como Francia y Cuba, y para el cual el señor Rodríguez Zapatero ha brindado sus buenos oficios, luce como algo artificial en el caso venezolano, por más natural que lo quieran hacer aparecer desde el entorno del señor Maduro. Dialogo resulta ser una de esas palabras mágicas que como paz, amor, libertad o igualdad todo el mundo respeta y venera; son totémicas. Alguien a quien le propongan un dialogo y no lo acepte, no importa la excusa o razón que esgrima, va a quedar señalado como un intolerante, un intransigente o un tirano. De nada valdrá argumentar que el dialogo en tal o cual caso no hace falta o es improcedente, porque siempre habrá quien diga que dialogar es lo más conveniente y en el caso de la política, lo más democrático.
No obstante lo dicho, debemos ratificar que en el caso de Venezuela, la propuesta de un dialogo adornada con argumentos que lo presentan como el instrumento más idóneo para resolver la crisis imperante, es más un sofisma que otra cosa, pues ninguno de los problemas que tiene el país en este momento, han sido originados por la denominada oposición.
Ni la devaluación del bolívar, ni la inflación galopante, ni la carestía alimentaria, ni las colas, ni la debacle en el sistema de salud, ni la crisis eléctrica, ni la inseguridad en las calles, como tampoco los presos políticos son culpa de la oposición. A menos que se crea, como aún lo hacen algunos chavistas, que la guerra económica es cierta, que las iguanas y El Niño son los causantes de los apagones que sufre la población constantemente, que los presos políticos son realmente delincuentes comunes, que la violencia contra los diputados de hace unos días fue provocada por los propios diputados que no tenían porque ir al CNE a protestar o que Maduro es el mejor presidente del mundo porque la oposición no lo deja gobernar.
De modo que no tendría ningún sentido que oposición y gobierno se sentasen a dialogar sobre asuntos que le corresponde solucionar al gobierno, porqué entre otras razones es su deber, y sobre los cuales la oposición política no tiene mayor influencia. Involucrarse en un dialogo con esa agenda, significaría para la oposición hacerse parte del problema y darle la razón al gobierno.
Tampoco tendría sentido dialogar sobre el Revocatorio, salvo que sea para que el gobierno cumpla con la Constitución y no lo siga obstaculizando. Pero dialogar sobre el referendo revocatorio para condicionarlo, suspenderlo o posponerlo hasta el 2017 sería una traición, tratándose de un derecho que le corresponde ejercer a la población, y no propiamente a la oposición. Tampoco lo tendría, dialogar sobre los presos políticos como no sea para liberarlos sin condicionamientos o chantajes; acción ésta que se puede ordenar sin dialogo, salvo que el gobierno busque algo a cambio.
Mientras los poderosos intereses económicos que aun priman desde Venezuela sobre muchos de los países del hemisferio se mantengan, y los gobiernos de izquierda, que como los burros se buscan para rascarse, se solidaricen con el de Maduro, haga lo que haga, la situación política de la Venezuela actual, no cambiará radicalmente.
En este contexto, la intermediación del expresidente español, integrando una Comisión de la Verdad unilateral, y haciéndose participe de un dialogo que solo beneficia al gobierno, al brindarle una fachada de sensatez, cariz democrático, pero sobretodo dándole tiempo, es más que censurable, tanto desde un punto de vista ético como político y nos deja una imagen del señor Rodríguez Zapatero, bastante lamentable. La misma que marca la diferencia entre un mediador que busca hacer respetar los derechos de las partes y la de un simple emisario que se ofrece a dar un mensaje; cualquier mensaje, no importa su naturaleza o contenido.
TE FALTÓ DECVIR Y DENUNCIAR MUCHO MÁs de lo que en verdad propuso rodriguez zapatero….. es un canalla de primera zyela…como su propio apellido lo dice y califica.-