El tiempo viene, va, regresa, desaparece, se extravía. ¿Dónde está? ¿Dónde te hayas Señor de los destinos y de las incertidumbres. Se avecina una tormenta y nada indica que estoy preparado. Juegas conmigo. ¿Me escuchas? ¿Acaso oyes? Nuestros pedidos, suplicas son atendidas por el tiempo? Cómo lograr que nos entienda? Qué no nos traigas más dolor, más heridas. Tiempo, Señor de todas la incertidumbres y zozobras. Las cosas se derrumban y no estoy preparado para la destrucción, nunca preparado. Creí un día que lo mío era el amor pero ahora que he visto mi engaño, me reconozco triste, separado, en ocaso. Estaba tranquilo mirando la vía láctea desde la ventana de un cerro que he sembrado en mi jardín y de pronto me dicen que ya no hay lo que antes estaba ahí, lo podía ver, tocar y hasta jugar con lo que antes ocupaba un sitio y hoy ya no hay nada. Se lo llevaron, lo destruyeron. Otros lo ambicionaron y lo tomaron para ellos.
Te has ido buen tiempo, estaba confiado que permanecerías conmigo, sin moverte, sin decir nada, en silencio de oro, silencio de tranquilidad, esta tranquilidad de entender que por fin has traído lo largamente anhelado. Me veías sonreír, cantar o mejor encantado de mis baños de flores y perfumes de aquellos árboles enanos que dan frutos ovalados, de color ágata y orquídeas, que alejan las penas y acercan el misterio de la luz del sol transformada de deseo a mariposa que vuela alto conquistando la oscuridad.
Hoy, ahora he decidido mirarte al rostro, rasgarte la máscara, agarrarte la cola, Tiempo, Señor de lo que cambia y hace ruido para no cambiar nada, he descendido hasta la profundidad del cerro alto donde me avisó medusa que te escondes, para ver tu muerte y nacimiento y romperte las alas con la espada de lata que se robe al ángel. Partirte en dos, en cuatro, en siete, en nueve nueve y partirte en impar y en números primos para que no salgas más de tu escudriño y ahí dejarte atrapado como minotauro en laberinto o mejor poseerte como damisela cruel, como mujer de tres amantes, como ponzoña sin filo y sin veneno, como traje seco de muerta sin cabeza, así tratarte tiempo inmoral, vacío, te estoy echando a perder, perdiéndote en todo lo que no existe para que no vuelvas convertido en fatalidad y leucemia.
Te ha llegado tu tiempo, Tiempo, Señor de las mil caras. Señor de los espinazos y colmillos de búho ciego. Vete tiempo, huye hasta los anillos de Saturno, corre de mi látigo castigador, miserable tiempo que has traído puñaladas y disparos de metralla de balas revestidas de lágrimas de monje pecador de burdel esquinero. Hoy, ahora te he despojado del espacio, estás sólo, inexistiendo, abrumado de verte sin horas, minutos, años calendarios, meses lunares, sin agendas que registren tu paso. Tiempo, lugar, sitio, momento, ahora, suplicio de gendarmes sin uniformes y sin mirada. Tiempo, imagen y recordación de tu poder. Todo me resulta que he hecho mal. Ruego me perdones qué no sé cómo rogarte que te conviertas en mi piedad. Tengo miedo de seguir viviéndote y quiero seguir vivo. Apiádate de mí, tiempo…piedad. Todos los que murieron en la masacre te reclaman desde aquí.