“Nada permanece…No se puede bañar uno dos veces en el mismo río”. Heráclito
Aunque no pueda, en la mayoría de los casos, captarse objetiva y directamente, todo está en permanente cambio. En continua transformación. La naturaleza, la sociedad y el pensamiento son un dejar de ser sin descanso y sin descanso, casi fortuitamente, motivaciones de conciliación y encuentro. Y estas motivaciones encuentran en muchos las razones para estar más de acuerdo con lo estático de las cosas. ¿No es que, incluso, cambiar, es provocar la inestabilidad de lo que, de alguna manera, bien o mal, ya es manejable, ya es garantía sobre lo que puede “profetizarse”, sin mayores riesgos o pérdidas? El camino trillado es preferible, dice la comodidad a la que el humano es tan afecto, antes que improvisar uno nuevo cada cierto tiempo.
Dejar de ser uno para empezar a realizarse, a conformarse, a desarrollarse como otro cuesta bastante. Hay veces, según las circunstancias, demasiado y, sobre todo, sin estar claro de los resultados pertinentes, que no siempre son controlables. Semejante situación le da al costo original un sobre valor de incalculables consecuencias sicológicas y sociales. Eso de quedarse “sin piso”, aun siendo prevenido, genera una sensación de casi perder la propia identidad. Pero las cosas cambian… El espejito del cuento de Blanca Nieves que nadie quiere dejarlo, peor hacerlo trizas, no es el mejor compañero, ya que solo asegura a cada quien su inmovilidad en la actuación de su farsa…
El cambio, de una u otra forma, es tan necesario como real. Para que la vida siga, sea en naturaleza o en sociedad, el cambio es su instrumento vital. O sea, si de absoluto hay que tratar algo, lo único sería el cambio que es permanente en todas las instancias de la vida. El ciclo de la existencia natural en cada una de sus expresiones, cósmica o sólo terrena, es un hacer y rehacer, que no contempla en ningún detenerse su destino. Es posible que, según las circunstancias, los cambios susciten deformaciones, correcciones o alteraciones novedosas no esperadas. No por esto los cambios son siempre sinónimo de tragedia. Lo que sí es verdad es que cada metamorfosis de las cosas trae dudas por el desconocimiento y ausencia de experiencias en sus contenidos.
El miedo a los cambios está dado, igualmente, por los mismos valores de la sociedad que acuna a sus miembros. ¿Acaso los símbolos, las costumbres, las creencias no son transferidas de una a otra generación como hilo de Ariadna, para salvaguardar el sentido de una eternidad que nadie conoce? Pensar que los faraones ordenaban momificar sus cuerpos y estar acompañados de comidas, vestidos y joyas, para despertarse en un más allá idéntico al más acá en donde eran enterrados. Colosal absurdo del sentir estático! ¿ Todo igual a sí mismo?. ¿Por siempre y para siempre?. Lo grave en los cambios es cuando la imposición sufraga su accionar. Nadie sabe porqué ni para qué, pero hay orden de cambiar… El menor cambio, sin embargo, reclama poseer una información mínima, capaz de permitir así intervenir en el análisis y participación de lo nuevo, con propio criterio. ¿Olvidar la “disonancia cognoscitiva” plateada por Festinger que nadie puede apoyar algo, conscientemente, si internamente hiere su yo?
No es de ahora, por supuesto, la obligación de los cambios por decreto. Las ideologías del poder por el poder han manejado muy bien este camino. Lao Tse defendía contra Confucio, hace más de 2.500 años, la integridad del hombre en peligro de convertirse en un número de la burocracia imperial, tal cual quería el cambio para el mantenimiento de la monarquía. La locura del nazismo hitleriano, 2.500 años después, insistía en la necesidad de cambiar la visión humana de las cosas por la inhumanidad del racismo. Banderas, signos, desfiles, gritos de lucha, sesiones de radio para mentir, insultar, atemorizar Momento de los cambios indeseables. Es el tipo de cambio, por supuesto, que nadie quiere, aunque haya necesidad de cambiar. Es el juego del poder por el poder, en que la razón le hace espacio a la brutalidad, y el látigo despunta en el instrumento del cambio. ¿Pobreza de la condición humana…? Tragedia en el sentido infértil de la vida…!
Interesantes cavilaciones, es evidente que lo estático no puede sobreponerse a lo dinámico, la vida y el pensamiento humano es una prueba de ello. ¡¡Buen artículo!!