Un nuevo Ecuador se está gestando en nuestras ciudades, poblado por ecuatorianos nuevos, sin la carga del pasado, alimentándose de una cultura universal. El Ecuador ya no es el Ecuador desaparecido hace ya décadas del campo serrano. Hoy es un país de grandes ciudades. Se está gestando en Machala y en Manta, en Santo Domingo y en Quevedo, en Cuenca y en Ambato.
Hasta mediados de siglo pasado el Ecuador no era en su estructura humana muy diferente del de siglos anteriores: ciudades relativamente pequeñas, dedicadas al comercio, y un enorme campo de vidas tradicionales y estructuradas, aristocráticas a veces, primitivas las más. Para la gran mayoría de los ecuatorianos el mundo se acababa en el patrón; sin conocimiento de lo que había más allá ni de su propio país. Desde mediados de siglo ello ha estado cambiando a pasos agigantados.
El ecuatoriano del campo se desbordó a las ciudades y el ecuatoriano de la sierra a la costa. La mayoría de los ecuatorianos se convirtieron en pioneros, empezando su vida de nuevo en un medio muy diferente del que había vivido sus padres y sus abuelos y los abuelos de sus abuelos.
Porque el medio urbano es muy diferente al medio rural. Para ganarse la vida en el medio rural hay que hacer lo que siempre se ha hecho, siguiendo la corriente cansina y monótona de la tradición; en el medio urbano prima la competencia, hay que aguzar el ingenio para sobrevivir. Y hay algo más. El que aguza el ingenio y trabaja, medra, le va bien, hasta se hace rico. En el campo sólo se hace viejo. La posibilidad de hacerse rico o por lo menos de mejorar radicalmente el nivel de vida da al reciente inmigrante una motivación nueva; lo hace duro y avispado, lo que a veces lo lleva a la delincuencia.
En sus viviendas paupérrimas muchas veces no hay agua o desagüe, pero generalmente hay televisión. La televisión le abre los sentidos a una realidad antes desconocida. La telenovela brasileña o venezolana la ven también el ama de casa acomodada y su empleada. La televisión es el gran igualador. La realidad nacional, descarnada, aparece todos los días en la televisión. El político ya no puede esconderse en una sonrisa meliflua cuando visita el pueblo olvidado, ahora vive a la luz pública.
Muchos todavía no nos damos cuenta de ese cambio, de que hay un nuevo ecuatoriano ambicioso y enterado, ya no el pasivo e ignorante de antes. Ese ecuatoriano se ha cansado de ser pobre, se da cuenta que ya no tiene necesariamente que serlo, bajo las mismas leyes inmutables que rigen el movimiento de los planetas. Ese ecuatoriano se ha cansado de ser engañado por una clase política, la de siempre, y la nueva con piel de oveja.
Ese ecuatoriano nuevo va a votar en las próximas elecciones. ¿Qué busca?: trabajo y seguridad. Quiere mejorar y quiere vivir en paz. Votará por los que le ofrezcan trabajo y seguridad. Quizás no le importe mucho cómo ese trabajo y seguridad vengan empaquetados, si en democracia o en la pseudo democracia de hoy.
En Ecuador de hoy y de mañana no es el de ayer. Ya no está constituido por ecuatorianos tradicionales y respetuosos de los derechos del patrón, está constituido por ecuatorianos cansados de ser pobres con una pequeña ventana al ancho mundo en sus casas miserables.