En muchos países del hemisferio norte este verano empaña sus vacaciones del 2016 con negros nubarrones de incertidumbre, terror, miedo que además de cobrar muchas vidas desde Europa y Asia para cerrar el círculo en Norteamérica, con el dolor de estas muertes de tantos inocentes seres humanos, suma la inestabilidad económica y política por las incertidumbres electorales, el BREXIT y otros indicadores.
Esta ola de hechos coincidentes afecta no solo a los países del hemisferio norte, incluye también al resto del planeta y a eventos deportivos mundiales como las Olimpiadas de Brasil.
En suma, con la información en tiempo real y con todas las implicaciones de la globalización, podemos concluir que el mundo en su conjunto, está inmerso en una crisis con varios rostros: políticas, económicas, sociales, vivenciales y de seguridad, además de los fenómenos naturales y el cambo climático.
Lo preocupante de esta situación resumida es que al parecer la talla de los actores políticos, con las excepciones del caso, no parece estar a la altura que se requiere para enfrentar, solucionar los problemas descritos y eso incrementa el miedo y la incertidumbre que nos inclina a pensar que después de este verano gris podríamos tener un otoño e invierno negros y con ello se congelan muchos proyectos personales, empresariales, institucionales, locales y nacionales, encaminándonos a una era de un nuevo tipo de guerra que no es fría ni caliente, pero que es tan incierta que es paralizante y atemorizante, la guerra del miedo.
Aspiramos y esperamos que los nuevos liderazgos no empeoren la situación y recuperemos la capacidad de vivir con tolerancia, justicia, equidad y sin odios ni temores.
Que cada uno, donde se encuentre, aporte con lo que esté en su poder por la paz, la convivencia y el respeto por la vida y los derechos humanos.