Empiezan a perfilarse, se unen, se asocian, dicen que están preparados. Muchas caras que no veíamos hace algún tiempo hoy incursionan en el escenario electoral y reaparecen cobijados por nuevos o viejos partidos políticos con miras a decidir para qué serán buenos en las elecciones venideras.
Cada grupo, movimiento o partido comienza a preparar a sus posibles candidatos, sean estos presidenciables, binomios o asambleístas.
Los diferentes actores electorales están al acecho de quién anda suelto, quién está descontento, quién se desafilia o desvincula, para de inmediato traerlos a su redil. Unos van más apurados que otros y no es para menos porque con lo que han invertido durante varios años están contra reloj para consolidar sus candidaturas. Otros han lanzado sus alfiles para ver si producto de la presión comienzan a moverse voluntades y acelerar el posible consenso.
Lo cierto es que ya deben empezar las grandes definiciones. Supongo que cada aspirante a alguna posición electoral preparará una lista de requerimientos para negociar su apoyo y, de lograr acuerdos, entonces definir su adhesión a tal o cual candidato.
Me mantengo en que debería haber un solo candidato presidencial de consenso que vaya a enfrentarse con el gallo que lance a la pelea el partido oficialista.
Mas, como en gallera, cada uno anda mostrando y sacudiendo su potencial candidato en público, con el mensaje subliminal de lanzarlo al ruedo a fajarse si no aceptan sus condiciones.
Tengamos claro el panorama electoral que vivimos: en una orilla tenemos al partido oficialista, que saldrá consolidado con un solo candidato, mientras en el otro lado están una serie de gallitos, yendo de un lado a otro sin saber quién será el escogido o escogida.
De no lograr unidad en esta próxima contienda electoral, le harán un gran favor al partido oficialista, que complacido verá dividirse la orilla contraria. “Divide et impera” no debe tener cabida en estas próximas elecciones. Nos estamos jugando el destino de nuestro país.