Uno se pregunta cómo puede el mismo pueblo elegir a presidentes tan diferentes. En nuestro país ha elegido mesurados como Sixto Durán, Rodrigo Borja e, indirectamente, Gustavo Noboa. Y mesiánicos como Abdalá, Lucio, León y Correa. Haría falta todo un estudio sociológico para descubrir cómo el mismo electorado vota por unos y por otros. Habrá que identificar el factor común, que no es solamente su presencia o su verbo, sino probablemente la esperanza de cambio a una vida mejor, como era “con Velasco churrasco”; a veces, ha sido el rechazo al otro candidato.
Esa esperanza de cambio puede que antes haya nacido del ver y escuchar al candidato. Hoy el contacto directo es menor y por lo tanto la exposición en los medios y la propaganda electoral altamente sofisticada son clave. Los medios darán mayor tiempo al candidato que genere más noticias. Un medio puede, sin quererlo, estar apoyando al candidato con el que no comulga. Aunque los medios dicen que son imparciales.
¿Qué ha estado cambiando en ese electorado tan difícil de auscultar?
Un cambio es el mayor número de ecuatorianos que vive en ciudades y que ellos o sus hijos están recibiendo una educación que antes era para unos pocos. Esos ecuatorianos fueron influenciados por lo que les decían el cura y el patrón, ahora observan lo que les dicen los candidatos a través de los medios de comunicación. Ven lo mal que están, pero ya no se resignan. Ha crecido el número de mujeres graduadas de colegio y de universidades, que trabajan. Las mujeres son menos ilusas que los hombres y su voto probablemente será más racional.
Otro cambio es que los ecuatorianos ya no están circunscritos a su estrecho entorno nacional. Hoy miles de ellos viven afuera y escriben a sus parientes y conocidos, otros han regresado y cuentan sus experiencias. Ofrecen la visión de un mundo donde son mejor tratados, con amplia salud y educación. Se preguntan, ¿por qué no aquí?
Cada uno votará de acuerdo a lo que le conviene. La mayor parte de los ecuatorianos están empleados y viven mejor que años atrás, tal vez se dejen atraer por el continuismo. La minoría, que esa desempleada o en riesgo de estarlo, votará por el cambio, o le preocupará que el cambio genere más incertidumbre. Quizás la crisis favorezca al continuismo. Cuando las cosas van muy bien uno está más dispuesto a tomar riesgos que cuando van mal. Y el Gobierno actual las pintará muy bien, con el extraordinario equipo de comunicación que tiene, y las mejorará cerca de las elecciones. Hay que recordar que los ecuatorianos llevamos nueve años bajo esa publicidad.
Para el continuismo la principal debilidad es la falta de un candidato carismático como Rafael Correa. Pero no olvidemos que Sixto y Borja no lo fueron, y ganaron. El cambio requiere un candidato con credibilidad y un mensaje claro. Correa fue elegido por un grupo electoralmente pequeño pero con un claro mensaje. Cuidado un futuro candidato por buscar tantas alianzas sale al ruedo atado y opaco, con un mensaje confuso.
¿Qué quiero decir con todo esto? Que los candidatos opositores no pueden dormirse en los laureles y pensar que la crisis del país llevará a la mayoría a que voten por ellos. Tienen que ofrecer algo más y ese algo más tiene que ser ofrecido en clara discordancia con lo que ofrece el continuismo, pero prometiendo construir sobre lo que se ha hecho bien. Con los temas de siempre: trabajo, seguridad, salud y educación para los hijos. Machacando y machacando. No hablando de empresarios en un país donde la mayoría desconfía de los empresarios. En breve, “con Velasco churrasco”, pero con credibilidad, generando noticias esperanzadoras a través de los medios de comunicación,.