Una de las bondades democráticas de sus gobiernos, destacada reiteradamente por Chávez en vida, era la de su origen popular, soberano; jactándose incluso del número de procesos electorales habidos durante los catorce años que duraron, así como de haberlos ganado prácticamente todos.
Si contamos solamente los más importantes, como lo fueron los cuatro comicios presidenciales de 1998, 2000, 2006 y 2012; los tres del año 1999, uno en forma plebiscitaria para aprobar la conformación de una asamblea constituyente en abril, otro para elegir a sus miembros en el mes de julio, y un tercero en diciembre para aprobar el nuevo texto constitucional, más el referéndum revocatorio del 2004, que finalmente no fue un verdadero referéndum, junto con los de reforma y enmienda constitucionales de los años 2007 y 2009, y por último, le sumamos la elección presidencial de Maduro en el 2013, tendríamos un total de once votaciones nacionales en todo ese tiempo. De todas ellas, Chávez resultó favorecido en diez, pues la del 2013 también se la podemos atribuir a él, mientras que tan solo perdió la consulta del 2007, cuando su propuesta de reforma a 69 artículos de la Constitución fue rechazada.
Ahora bien, independientemente de las cifras y porcentajes dados por el Consejo Nacional Electoral en su momento, así como de la abundante literatura que pone en duda muchos de aquellos resultados tratando de demostrar las inconsistencias numéricas de varios de los sufragios realizados, de patrones anormales en su comportamiento estadístico, de actas con irregularidades o de totalizaciones que no cuadran, e incluso de un posible fraude a través de la tecnología Smartmatic, contratada por el gobierno en el 2004; lo cierto es que Chávez no ganó todas aquellas elecciones o consultas populares en buena lid. Y no estamos aludiendo a contradicciones o irregularidades en los guarismos o cifras de ninguno de los eventos comiciales antes indicados, pues eso ya está bastante bien documentado en varias investigaciones que han sido publicadas y dadas a conocer en diferentes medios, Internet incluido.
Nos referimos, por supuesto, a otro tipo de anomalías o singularidades en algunos de aquellos procesos de votación popular, como por ejemplo, el de la elección de los constituyentes el 25 de julio del año 1999 o el de las elecciones presidenciales del 30 de julio del año siguiente, ambos muy importantes para Chávez y su proceso revolucionario.
En efecto, la Asamblea Constituyente había que ganarla a como diera lugar, no obstante la simpatía que la mayoría de los líderes de los partidos políticos de oposición habían mostrado por el proceso constituyente, lo que afianzaba la alta popularidad de Chávez, pues era el instrumento de transformación que permitiría enterrar el pasado moribundo y construir el futuro prometido en la campaña electoral. Por su parte, la relevancia de la elección presidencial del 2000, radicaba en que era la primera dentro del marco de la nueva Constitución y perderla significaba tirar por la borda todo lo logrado el año 1999. Ganarla era pues una necesidad imperiosa para apuntalar el proyecto político de la revolución.
Los vicios y anfractuosidades del proceso constituyente del año 1999, establecidos en las Bases Comiciales, limitando inconstitucionalmente el voto de los electores, junto a la ventajosa e írrita estrategia de los llamados “kinos”, debieron haber llevado, al menos, a la nulidad parcial de dicha elección, como ya lo expusimos en algún que otro trabajo publicados por la UCV en el 2006 y por la UNAM, en el año 2007. De todo ello, tan solo reiterar, que el sistema de votación que el propio Chávez adoptó como Presidente de la Republica, para la elección de los miembros a nivel nacional, de la Asamblea Nacional Constituyente en el año 1999, oficializó un auténtico fraude a la ley y al sentido común, no obstante que ninguno de los demás candidatos a constituyentes protestara por tal inequidad o desafuero; como tampoco lo hizo ningún otro interesado en aquel proceso.
En cuanto a la elección presidencial del año 2000, los hechos están más frescos en la memoria, que en la elección de los constituyentes, y al alcance de todos. Quien no recuerda al principal candidato de la oposición de aquel entonces, Francisco Arias Cárdenas, durante la campaña electoral llamando gallina a Chávez. Quien no recuerda como entre ambos se repartieron los votos del electorado, en la representación teatral más exitosa de la historia; digna de un Oscar en Hollywood, al engañar a más de las seis millones de personas que acudieron a votar. Y quién no recuerda el posterior reencuentro de Arias Cárdenas con su ex compañero de armas, así como su entrada al PSUV, partido de cuyo directorio ejecutivo es actualmente miembro distinguido.
Pareciera que con todos estos buenos precedentes, el señor Maduro no debería temer enfrentar un referéndum revocatorio que Chávez afrontó en el 2004, con éxito, no obstante haberlo perdido legalmente. Al menos, claro está, que esté consciente de que la situación es tan grave y la popularidad del gobierno tan, pero tan baja, que ni siquiera haciendo trampa podría ganarlo.