22 noviembre, 2024

Decisiones prescindibles: Cameron, Maduro y Peña Nieto

En una reciente visita a la población de Villa Rosa, en la isla de Margarita, el Presidente  de Venezuela Nicolás Maduro,  así como su comitiva de automóviles, motos, guardaespaldas y  demás acompañantes, fueron recibidos por sus habitantes con un fuerte cacerolazo cuyo estruendo se escuchó  en todo el país.

Los motivos que lo hicieron bajarse del vehículo donde iba cómodamente sentado, para encarar, e incluso enfrentar, aquella manifestación popular conformada principalmente por mujeres, los desconocemos, pero podemos imaginarlos. Un ataque quizás de altivez, vanidad o engreimiento, que lo llevó a pensar o a hacerle creer que con su sola presencia podía desalentar a los participantes de aquella marcha que rodeaba, al  son de  sus cacerolas, al séquito presidencial. Pero la realidad lo bajó de su nube de arrogancia, haciéndole ver lo ingenuo que había sido; las cacerolas no dejaban de hacer ruido, por el contrario, ahora sonaban más cerca, en sus narices, y la gente lo increpaba mirándole a la cara.

Represalias, como el encarcelamiento de algunas de las personas asistentes a la protesta, la suspensión de la asistencia alimentaria mediante  la entrega de bolsas de comida a los sectores populares que habían expresado su descontento, o el cerco por encapuchados, al aeropuerto internacional de Margarita “Santiago Mariño”, cuando se encontraba el dirigente de la oposición Henrique Capriles, solo han servido para agravar más la situación y convertir a lo que había sido un bastión de chavismo, como Villa Rosa, en un emblema de la oposición al régimen.

Decisiones prescindibles e impulsivas, también fueron tomadas, recientemente, por mandatarios de otras latitudes con consecuencias nefastas para ellos. Tan solo recordar hace un par de meses atrás como, sin que nadie se lo pidiera o menos aun lo obligara, pues no había ninguna resolución del Parlamento, el señor David Cameron decidido someter a consulta popular y volver oficial, lo que hasta ahora no lo había sido; el tema de la salida o permanencia del Reino Unido en la Unión Europea a la que pertenecía desde 1971, cuando se llamaba Comunidad Económica Europea. Que lo llevó a ello, no lo sabemos, pero podemos suponer que una sobredosis de liderazgo y confianza en sí mismo, lo hizo tomar tal riesgo político con el propósito de consolidar la permanencia  de la isla en la Unión Europea, así como su propia autoridad, tanto dentro, como fuera de su propio partido.

Las consecuencias de esa decisión son harto conocidas, pues Cameron no solo perdió el referéndum del Brexit, sino que tuvo que dimitir como Primer Ministro del Reino Unido, algo que había prometido hacer durante la campaña en contra del Brexit si no ganaba. Además, acaba de renunciar a su curul como parlamentario, o lo que es lo mismo, a seguir en  la política.

No menos importante fue, aunque en otro contexto, la aún fresca determinación del Presidente  de México, Enrique Peña Nieto, en invitar a  los candidatos a la presidencia de los EEUU a visitar su país. Seguramente con la finalidad subyacente de hacer retroceder a Donal Trump en su discurso antimexicano . Objetivo que, de lograrse, subiría su tan resentida popularidad, ya bajando del 20%; lo que lo coloca en índices muy similares a los de Maduro en Venezuela.

El primero en aceptar la invitación fue Trump, quien no se retractó en nada de lo dicho anteriormente contra los mexicanos; sino que esta vez se lo ratificó, pero en su cara, es decir, en la de los más de cien millones de habitantes que representa Peña Nieto, volviendo a amenazar con construir un muro entre los dos países y recalcando que México correría con su costo. La crisis política desencadenada por esta visita es la peor de todas las vividas por Peña Nieto en estos casi  cuatro años de gobierno. Como consecuencia de la misma, su popularidad se arrastra ahora mismo por el suelo, y el sentimiento del pueblo mexicano hacia Trump, no es precisamente el que hacía falta para curar heridas históricas con los gringos, sino uno que alimenta el odio y la rabia, levantando un muro más grande y más grueso que el de Trump, que va a ser muy difícil de derribar.

Pero quien finalmente se llevó la peor parte, al presentar días más tarde su renuncia, fue el titular de Hacienda, Luís Videgaray, supuestamente autor de la fulgurante idea de invitar a Trump.

Se dice que el Presidente mexicano forzó su salida del gabinete, en represalia; pero yo tiendo a pensar, más bien, que el Secretario de Hacienda renunció, para no tener precisamente que pagar el muro.

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