21 noviembre, 2024

El Padre Nuestro

Los que nos decimos Cristianos rezamos el Padre Nuestro. Es la oración que Jesús nos enseñó y por lo tanto suponemos es la más eficaz para llegar a él con nuestras inquietudes, preocupaciones y ruegos. Me pregunto si al rezarlo tenemos clara consciencia de lo que decimos.

Para empezar, “Padre Nuestro” quiere decir que lo reconocemos como Padre de todos, es decir, Padre del pordiosero y del ladrón, de la persona honesta y del político corrupto, y más aún, que reconocemos a todos ellos como nuestros hermanos, con un mismo Padre. Me pregunto ¿los tratamos como nuestros hermanos? Porque de acuerdo a ese Padre Nuestro lo son. Más aún, no debemos irnos a dormir si no hemos hecho la paz con ellos, tal vez no físicamente, pero sí, por lo menos, espiritualmente.

Luego decimos “santificado sea tu nombre” ¿lo santificamos?, ¿o santificamos más bien lo que nos beneficia, nuestra prosperidad, nuestra comodidad? Terminado de rezar el Padre Nuestro, ¿dónde ponemos a Dios?

“Venga a nosotros tu reino” decimos. ¿Cómo es el reino de Dios? Es un reino de justicia, es un reino en el cual se vive para la vida eterna, no para las tribulaciones diarias. Es un reino en que se pone primero a Dios y luego al resto. ¿Es ese el reino en que nos gustaría vivir? ¿Estamos dispuestos a sus estricteces y demandas? ¿A no ponernos siempre primero?

Luego decimos “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” ¿Cuánto se parece la nuestra a la voluntad de Dios? Lo que hacemos, ¿tratamos de hacerlo de acuerdo a la voluntad de Dios o de acuerdo a nuestra conveniencia, a nuestra comodidad, a nuestra tranquilidad? La voluntad de Dios no se va a hacer en la tierra si nosotros no tratamos de hacerla.

“El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”. Pedimos por hoy, pero cuanto en nuestra vida no es el hoy, sino el mañana. Más que gozar lo que Dios ha puesto en la tierra para nosotros, incluyendo nuestra familia, nuestros amigos, lo que tenemos, es cuánto vamos a acumular, que tal vez nunca podremos gastar o gozar. Cuando nos muramos, cuánto vamos a dejar que nunca habremos gozado. Dejarlo a nuestros hijos que igualmente acumularán para tampoco gozarlo. ¿No haría más sentido vivir en una forma diferente, viviendo el pan de cada día?

“Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Es claramente un toma y daca, soy perdonado como perdono. Tenemos que preguntarnos ¿perdonamos o simplemente olvidamos? Hurgando un poco más, ¿a quién tengo que perdonar y no solamente quién me debe pedir perdón?

“No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal” El nombrar el mal implica que lo reconocemos como tal, que existe, que está aquí, agazapado y ansioso, para llevarnos por su camino y que tenemos que luchar una permanente batalla contra él. No es el diablo rojo y con trinche, fácil de identificar. Es nuestras pasiones, nuestros miedos, nuestros egoísmos, nuestros recelos y, muchas veces, nuestras angustias.

Si reflexionamos sobre todas y cada una de las frases del Padre Nuestro encontraremos que todas ellas tienen un regalo de Dios: el vivir en paz.

“Padre Nuestro que estás en los Cielos”

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