El perro se pasea cerca de la reja de la cárcel mayor del pueblo. Un reo despierto le silva y llama su atención, el perro confiado se acerca, mueve la cola y se arrima al hombre preso de sus culpas. Todo a través de los barrotes. El perro no sabe lo que es estar preso, no puede ser apresado ni encarcelado, el perro no paga culpas. Frente al reo es libre.
El perro callejero mirando con ojos libres al hombre preso de no sé qué. Las manos apresadas del hombre acarician al perro que se deja entretener. Acariciar. El hombre mirando al perro quien mueve la cola sin fe ni temor. “Hasta ayer era libre”, dice el hombre. Ese ayer es lejano, ocurrió hace tanto tiempo que se ha perdido en el ayer. Ya no existe la libertad de antes. Ahora está preso y pretende que el perro quede preso con él también.
Agarra la pata del perro y la ata con una soga de serpiente entonces los barrotes y el perro son lo mismo. Los ladridos del perro no le sirven para darle la libertad de la que gozaba antes de acercarse al hombre preso de sus delirios. Dolor del perro por liberarse; la alegría del hombre viendo convertirse al perro en otro condenado. La mirada del perro se entrecruza con la del hombre y es la misma mirada de dos presos esclavos de su prisión.
El grito del perro se escucha hasta el monte donde un día se le ofreció libertad a los perros, a los gatos, a las moscas, a las ratas, a los murciélagos. Grito desgarrador, turbulento, que derrumbó las paredes que cubrían el techo de los osos de invierno. Se miran los murciélagos con los gatos, las serpientes con los avestruces, las moscas resbalan en las fauces de las hienas, todos alarmados porque escuchan a través del grito que un perro ha sido apresado. Deciden que todo animal preso debe ser liberado para que aprendan los hombres el valor de la libertad en el canto de estar libre. Todos los animales de la montaña, de los bosques perfumados de esencias encantadas y también los animales de los esteros y las planicies deciden treparse en las máscaras de la vida para llegar hasta donde el perro ha sido apresado. Las máscaras llegan a ellos en mil colores y formas.
Todas las máscaras libres, hasta las que están en las paredes se aflojan de su rigidez en exhibición para quedar libres del puesto que ocupaban. Máscaras convertidas en vuelo para lidiar en la batalla que los animales convocados quieren librar para liberar al perro atado con nudo de serpiente a los barrotes de la cárcel mayor del pueblo. Perro satánico que con tus ladridos convocas a la libertad de los otros. Corre el viento de libertad de miles de animales que trepados en máscaras de colores vegetarianos y mundanos, amenazantes, desafiantes. La libertad es un desafío, ser libre no requiere de máscaras, vivir libre es salir en rescate de quien vive deshojando margaritas.
El hombre preso ahora con muchos hombres presos encadenados en vida, alzan las manos al aire esperando ser rescatados ellos también de cientos de animales que trepados en máscaras vienen a liberar al perro que estira y extiende la pata rogando ser libre. El hombre preso de su soledad y sus delirios suelta el nudo de serpiente que amarra la pata del perro. Perro y hombre en la quietud de poder estar libres como el vuelo de la mosca que ahora vuela sobre el rostro de la máscara para ser igual al hipopótamo que trepado en la máscara de iglesia también quiere llegar a la hazaña de soltar sus amarras. Dicen querer ser libres como el lagarto que trepado en los ojos de una máscara de árbol de mango sueña también con el gozo de ser él mismo hasta después de su muerte.
“Suelten las rejas”, dice un hombre preso por la infamia que cometió. “Sáquenme de aquí”, grita dice ser Leonardo o Pedro o Manuel o Salvador o Jesús. “¿Quiénes son los presos?”.
Pero no hay máscaras ni animales que vuelan para liberar a un perro triste atrapado en nudo de corbata sobre los barrotes de cualquier prisión. Ahora ya no hay ni perro porque fue devorado por el hombre preso y otros hombres presos que arrancaron la cabeza del perro para comerla mientras las vísceras, el corazón y las patas fueron reñidas por hombres hambrientos que se han olvidado de la libertad mientras cumplen su condena viendo dar vueltas a las águilas esperando la muerte de los hipopótamos obesos de soledad.