A finales de enero de este año, pasada la resaca de las elecciones del 20 de diciembre, en un artículo titulado “Pedro y Pablo”, sobre la situación política que vivía España, con un Rajoy sin posibilidades de ser investido Presidente de Gobierno y un Pedro Sánchez, en la otra orilla, tentado por las mieles del poder que le ofrecía Pablo Iglesias, escribíamos lo siguiente:
Hay compañeros de viaje que pesan como una losa y Podemos es algo más que un peso muerto. Es un socio obligado y obligante, en busca de una simbiosis con el PSOE, que a todas luces le favorece y de la cual Pedro Sánchez, aun conociendo los riesgos, quiere sacar provecho personal, sin importarle las posibles consecuencias para España. Sin Podemos y la ascendencia sobre los grupos separatistas, de Pablo Iglesias, quien prometió referendos a catalanes y vascos en su campaña electoral, la investidura de Sánchez luce imposible y eso lo saben tanto Pedro como Pablo. Pero ambos saben igualmente, que Pablo juega con ventaja, pues en el caso de que la investidura de Pedro se frustrase, el escenario de unas nuevas elecciones beneficiaría más a Podemos que al PSOE, con la posibilidad cierta de que Pablo fuese el próximo candidato de la izquierda española para ocupar la Moncloa. En resumen, que Pedro Sánchez tendrá que hacer malabares para materializar esa investidura, pues de lo contrario desaparecerá del mapa político.
Ocho meses después, agravada la situación por los resultados electorales últimos, en los cuales el Partido Popular volvió a ganar, incluso con mayor respaldo, aunque insuficiente al final, para lograr la confianza del parlamento español, y el PSOE perdió cinco escaños en relación con la anterior votación nacional, la debacle era cosa de tiempo. Realmente, de muy poco tiempo, al no cambiar Pedro Sánchez su postura de intentar buscar la investidura mediante una alianza con escasas probabilidades, pero de muy alto riesgo, en la cual resulta difícil determinar que era más peligroso para el PSOE, si el apoyo de los separatistas o el artero espaldarazo de Podemos. Es decir, al estar dispuesto Sánchez a cruzar la línea roja que su propio partido le había trazado.
Y es que aquí, está el verdadero quid de la cuestión. Cuando Sánchez a comienzos de marzo, buscó legítimamente la investidura, no obstante los malos resultados electorales, los peores hasta ese momento en la historia del PSOE, contaba con el apoyo de su partido. Pero después de la hecatombe que supusieron los resultados del 26 de junio pasado, pretender intentarlo otra vez era suicida; sobre todo, si aquel intento era consecuencia directa del no apoyo a la investidura de Rajoy, lo que llevaría casi seguro a unas terceras elecciones, con consecuencias indeseadas para España, así como para el propio PSOE, por la posible pérdida de más escaños frente a Podemos.
Si Sánchez hubiese visto el asunto con esa altura de miras que le pedía a los suyos cuando explicaba las razones de votar en contra de Rajoy y no abstenerse bajo ninguna circunstancia, hoy seguiría siendo el Secretario General de sus partido y seguramente se hubiese abierto un periodo de reflexión dentro del PSOE, que hubiese permitido al mismo tiempo, poner en práctica sin urgencias de crisis, los mecanismos estatutarios que condujesen o bien a la ratificación de su liderazgo o bien a la elección de otra persona que llevase a cabo la recuperación del partido en los próximos cuatro años.
Pero el deplorable espectáculo que el PSOE acaba de dar en Ferraz, era totalmente innecesario y a ello condujo la conducta irresponsable y nada inteligente del ahora defenestrado exsecretario general, quien sabiendo ya lo que se le venía encima, puso como condición para no irse, que se aceptara su propuesta de realizar primarias ahora mismo en octubre y un congreso a finales de año. No aprobar esto sería lo mismo, según él, que votar a favor de la abstención para que gobierne Rajoy, y una decisión así no pudiera, por convicción, administrarla.
El expresidente del gobierno e icono del socialismo europeo Felipe González, dijo hace unos días, que Sánchez lo había engañado dando pistas falsas de lo que realmente quería hacer. Yo pienso más bien, que Sánchez siempre dio pistas auténticas de lo que pretendía; eso sí, con un doble discurso, con lengua bífida. Esa misma de la serpiente, que aparece en la letra de la canción que al señor Pablo Iglesias le gusta entonar de vez en cuando.
El máximo líder de Podemos, partido que ha venido fagocitando al PSOE, ha declarado que en la actual crisis del PSOE, con la decisión de su Comité, ganó Rajoy. Pero no hay que ser muy inteligente, ni darle muchas vueltas al asunto, para darse cuenta de quien ha salido ganando verdaderamente.