No es tan complicado comprender la actual situación post eleccionaria de Colombia. Más evento socio cultural que político. Sin embargo esta misma comprensión no quiere ser aceptada por “los bandos en pugna”. La información de los medios, formalidad comercial antes que objetividad de los eventos, ha generado, continuamente, contenidos ajenos a las diferentes realidades cambiantes. Unas ocasiones se ha disparado contra los alzados en armas y en otras, con discursos moralistas en mano, ha buscado amonestar, leve o bruscamente, a los gobiernos de turno… Unos y otros, sin embargo, se han increpado desde hace 50 años como agresores…
Pero lo cierto es que, ahora, al momento de saber quién es quién, los que sufragaron sobre el convenio entre el gobierno de Santos y las FARC de Timochenko, dijeron No! en mayoría, frente a un sí perdedor… Sin vuelta atrás. Es que el asunto va más allá de un conteo simple de votos. El No! significa un cansancio de mentiras y chantajes, tal cual consta en las papeletas, como último recurso inmoral de la ambición del poder. «¿Apoya el acuerdo final para la terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera?».¡Qué pregunta de contenidos tan vacíos, al margen de toda verdad, que pretende sintetizar algo irresumible, por la complejidad de los acontecimientos culpables en tantos años de violencia! ¿Y el Si? Es parte de la desesperación encerrada por un miedo que, de tanto convivir en la realidad social, integra ya de alguna forma la justicia…
Lo más grave, de facto, aunque parezca de Ripley, no pertenece ni al si ni al no. Ha quedado marcado, históricamente, en la no participación del juego electoral de más del 60% de los habilitados para el plebiscito. Pues de los casi 35 millones de ciudadanos, facultados en sus derechos, solo fueron a dar su opinión algo más de 13 millones… Las encuestas, además, que daban el aval al cuento gubernamental, incluso con porcentajes muy altos para el Sí, en más del 60% como promedio general, quedaron sepultadas en el camino, de la mano con la exagerada propaganda oficial. ¿Es que los ciudadanos que votaron HABÍAN LEÍDO, DE MANERA CRÍTICA Y CONTRASTADA CON LA REALIDAD, las 297 páginas del Acuerdo, en donde el perdón y el olvido, sinónimo de impunidad, resultaba la tumba de más de 200.000 víctimas de la violencia? Mejor dicho, Colombia está cansada de la mentira y el engaño… A ver si Timochenko y Santos han tomado consciencia de esta verdad.
Quienes estamos convencidos de vivir en una sociedad de plenitud de derechos estamos, por responsabilidad moral, obligados a dar apoyo a los caminos y alternativas racionales, cuyo objetivo sea terminar con la miseria, en un ambiente de justicia y libertad. Hasta ahora, y hay que decirlo sin medias tintas, la democracia formal no ha podido (o no ha querido) solucionar la vida oprimida de sus pueblos, en un clima de bienestar, multiplicándose, entre tanto, exponencialmente la usura del capital… Con todas sus aberraciones. La protesta, así, no necesita promoción…
Para las FARC, tal cual ha sucedido con otras agrupaciones armadas, su objetivo, al crearse hace medio siglo, fue liquidar este modo de vida inhumano. ¿Era necesario, sin embargo, esta lucha armada, que, durante sus 5 décadas de existencia, ha venido quedándose sin brújula, perdida en el camino? ¿Qué tan significativos, eso sí, han sido sus logros? Culpadas de extorsión, tráfico de armas y drogas, secuestros, crímenes de lesa humanidad, quizás en sobredimensión mediática, las estadísticas se empeñan en hablar de más de 200.000 personas desaparecidas en medio de un conflicto que ya nadie entiende… Aunque los resultados del plebiscito son, por sí solos, concluyentes… ¿Es que era necesario tanta faramalla politiquera, (con las Naciones Unidas de por medio), para una consulta sin mayor sentido? A ver si Timochenko y Santos han tomado consciencia de esta realidad… Y, por supuesto, muchos, muchísimos de los 47 millones de colombianos, al margen de un Acuerdo de élite, desde hace tanto tiempo fallido!