“La realización de los premios de nuestra sociedad es ganada con el costo de una disminución de la personalidad”, Carl Gustav Jung
¿Es que ya no tiene sentido hacer las cosas exclusivamente por responsabilidad? ¿Es que el hacer las cosas que dicta la conciencia, como necesarias y suficientes, reclama, exige, demanda algún premio? Dice un proverbio que cuando alguien te premia busca, en silencio, una reciprocidad algo mayor. ¿Verdad? ¿O solo restos ideológicos de una obsolescencia? Un presidente, eso sí, de cualquier ideología que ostente, al ser destinado en tal cargo, está comprometido a cumplir con excelencia en sus gestiones, en beneficio, incluso, hasta de quienes no lo promovieron. Gestiones que dejan de pertenecerle y son, de facto, ciento por ciento públicas… Ni siquiera al concluir sus funciones, aunque positivas en su accionar, conlleva un aplauso consecuente…
Es válido, por eso, la interrogación y la sorpresa sobre el premio Nobel para una paz, aun no conseguida. Casi un aplauso estrepitoso para Santos, apenas puente de una negociación con muchos tramos por solventar. ¿O es que ya quedó en el olvido que la alternativa de la paz no corresponde a ningún tramitador ocasional, que como los magos la saca de la manga? ¿Y el cansancio de 50 años de violencia inútil, cuentan o no? Hay desgaste ideológico y político de las FARC… Hay desgaste institucional del aparataje estatal…Ya el calibre de las balas no sirven a los fusiles, que pesan demasiado en los brazos de quienes solo quieren tregua… El Nobel de la paz, para quienes lo toman en serio, llega a destiempo. Y no hace presencia por el inconmensurable amor al humanismo, a la solidaridad y la justicia… Si así fuera solo tendría valor si hubiera sido entregado en el Congreso Nacional, en tanto representante de la soberanía de un pueblo todavía victimizado, con lágrimas aun cayendo por los 200.000 desaparecidos hasta hoy.
Pero el Nobel está en Colombia, y como único premiado el presidente Santos, porque es parte de una cola, que, con la chispa de un cerillo, podría provocar una incendio complicado de apagar. Pues, la cola es de petróleo. Petróleo que, en el gobierno de Santos, a partir del 2014, ha logrado que la empresa noruega petrolera Statoil, castigada antes por corrupción en la propia Noruega, goce ahora de licencia de exploración en las costas caribeñas de Colombia. La vinculación es mayor, por cierto, toda vez que la señora Kullmann Five fue vicepresidente en el consejo de la petrolera Statoil y luego, carrousel de la magia política, pasó a presidente del Comité Noruego del Premio Nobel. ¿Y luego? Bueno, para que darle más vueltas al corrousel, le entregó el Nobel de la Paz a Santos, sin haberla logrado. Pero, por intentarlo…, tal cual la propia Kullmann Five repite. ¿O favor por favor? ¿O desenlace final de una política corrupta?