3 diciembre, 2024

Sr. Gurdjieff

Sentado, recto siento como baja hasta mí ser el mundo superior. Como es arriba es abajo, como es adentro es afuera. El mundo superior sin formas, sin principio ni final, sin Dioses ni pecados, es existente y existencia que rebasa toda condición, característica e imaginación. Trae una vibración no fabricada por la mente ni por ninguna mente ni por sentidos. No hay voces ni palabras ni versiones, no es nada conocido ni imaginado; de ahí vengo y ahí tengo que retornar.

El mundo superior desciende a mí y yo asciendo a donde no sé qué es ni cómo se llega. Hoy 29 de Octubre se abrió la puerta para quien trabajando descubra que hay ayuda y en abundancia. El fuego superior descendió ante mí y me convertí en sentimiento, acogiéndolo. Este es mi segundo nacimiento. Quiero ser digno de mi existencia. Trató de buscar las palabras pero no se trata de buscar sino ser hallado, dignificado.

Sentado recto junto a una vela encendida. No frente al fuego, juntos, tratando de ser uno. Estoy unido a quienes empezaron antes y junto a quienes vendrán a sentarse. No necesito nada, no pido nada, no quiero nada, todo lo he pedido, todo lo que ha sido posible respirar, lo he tomado y también lo he exhalado. Este misterio poderoso que soy yo, a quien le resuena la necesidad, la necesidad insistida me duerme, la pregunta me despierta. Trato de sentir lo que escribo porque mi amargura es fuerte, me decide. Mi dolor es un sufrir voluntario para no seguir durmiendo.

Sigo sentado junto a la llama, me llama yesenea, la mujer que alimenta de aceito la lámpara que me trae la luz en la noche. Tengo que pagar, me niego a pagar pero sigo recto sin esperar, apenas recto sin moverme, sin esperar el milagro que me transforme de un desconocido a una presencia que me dé la sensación de ser yo y ser tú, tú y yo ante la locura colectiva de no saber a dónde ir.

Falta algo, me falta algo, no es poco no es mucho pero falta no está no llega, se ausenta y tiende a perder el rumbo.

Escuchando música del Maestro, hoy 29 de Octubre fecha en que aquí termino su labor para luego hacerse invisible. “Santa afirmación, santa negación, santa reconciliación”. Me veo en un salón lleno de gente despierta sintiendo la música que toca el maestro. Nada es recto, nada es como creo que es. Ante la rigidez de mis creencias me baña o mejor me toca la verdad liquida, la comprensión liquida. Al nombre de Dios no le debo nada. Las flores del altar de Dios están secas. Voy a permanecer ante el cadáver del maestro hasta que sea llevado ante el árbol que ofrece piedras con la tenga que darme recordándome que voy a morir y que estoy muriendo. No quiero regresar a este valle de lágrimas. Sigo recto sin moverme mientras todo se mueve. Quiero sentir que tengo esperanzas.

La noche es negra, negrísima, está tranquila y olorosa.

Murió sin miedo, rígido el cuerpo, sin mente dejando todo sus sentimientos. Surge dentro de mí una gran gratitud, muda, silente, personal, trabajada, sentida, no tiene nombre pero te la entrego señor de los señores que habitaste entre nosotros porque he escuchado tu voz y me he aprendido todos tus libros y debo decirte: «te amo».

Sigo sintiendo que continuó en el gran salón con otros medio dormidos y medio despiertos escuchando tu clase en la que cuentas que en la nave que llegaste «ocasión» hay espacio para quien ya no quiera tener los ojos caídos. Ya no te siento lejano, he decidido estar juntos no frente al espejo de mi indolencia.
Siento mis pies, las rodillas, la cadera y suelto todos mis pasos, los de adelante y los de atrás. Suelto la cabeza y cae ante el estanque vacío en el que se alimentan los cerdos a quienes han lanzado margaritas y cactus. Estoy sin cabeza, con el tronco descansado de soportar el peso infamante de lo que no he podido soltar para ser entregado a la mentira. En este momento sentado recto veo cada cosa en su lugar. Mi cabeza ha regresado a su sitio, los pies limpios se han quitado la mugre y el polvo. Descansar, aquí no hay descanso.

Padre, Toma mi vida y transfórmala en la fuerza que sea capaz cuando me llegue mi hora de no traerme de nuevo. Me duermo, tengo sueño, voy a dormir mañana amanece mi esperanza. Arriba está mi cabeza abajo el cuerpo. Mi necesidad desde arriba llama al cuerpo.

Sentado recto por mi muerte. ¿Quién me hace girar? vueltas y vueltas. Esta cruel condena de girar y girar. ¿Cuándo parar? Piedad de mí; quiero parar. Me doy cuenta que desde que nací vueltas y vueltas, Aparezco, desaparezco y vuelvo a aparecer. Dormido y mareado es lo mismo. Tú frente a mí y quien es mí, junto a ti ¿quién duerme, quién quiere? Es Brahma, inhalando y exhalando universos. Vuelvo a cantar tus santos nombres Señor del desconcierto y de la incomprensión. Es ahora. Ese es el nombre verdadero del innombrable: ahora. Yesenea me dice: «ya ven a dormir».

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¡Y Tú, ¿Qué eres?!

Ser lo que soy/ Sin miedo, sin escombros inútiles de duda/ Ser lo que soy/resuelto/ sin el complejo antiguo de la culpa/ Ser lo que soy sabiendo que me aceptas total en tu ternura. (C. Flores sj).

Los seres humanos nos preguntamos constantemente ¿quiénes somos? Necesitamos saber para descubrir nuestra verdadera identidad. Eso lleva toda una vida, la gran mayoría de las veces, mientras tantos peregrinamos, buscamos, vivimos, pero debemos vivir a plenitud, ese es el desafío, pero no lo hacemos, sufrimos por saber quiénes somos. Una cosa es segura, una pista para descubrirlo son nuestras acciones, nuestras obras que no definen quienes somos, sino lo que podemos ser. Y podemos ser santos o pecadores, grandes o pequeños, he ahí la maravilla de la libertad y de las posibilidades humanas. Cuenta C. Valles:

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