Han transcurrido dos años y medio desde que se realizó aquella farsa, impulsada por este gobierno, para llevar a la mesa del dialogo a una oposición que intuía era una trampa.
En aquella ocasión, la situación del país aunque delicada, no había alcanzado los extremos de criticidad actuales, ni en lo social, ni en lo económico. Además, en el plano político, el revocatorio era algo lejano, pero factible. Maduro tenía poco más de un año en el gobierno y Leopoldo López unos dos meses en la cárcel. El número de presos políticos también era inferior al de hoy en día. La inflación acumulada venia en el orden del 58% cerrando el año 2013, mientras que un salario mínimo estaba en 3.270,27 bolívares comenzando el 2014 y en 1.351 bolívares el bono de alimentación.
Treinta meses después, es decir, ahora mismo, las cifras son incomparables. La inflación acumulada del Banco Central ronda el 500%; el salario mínimo alcanzó los 27.091 bolívares mensuales y el bono de alimentación los 63.720 bolívares. Los presos políticos pasan el centenar y varios dirigentes políticos, o siguen encarcelados desde hace ya tiempo, o están cumpliendo condena bajo el régimen de casa por cárcel, como es el caso, por ejemplo, de Antonio Ledesma. Además, la situación política se ha hecho insostenible, al habérsele cercenado a los ciudadanos su derecho constitucional a ejercer el referéndum revocatorio y encontrarse el Poder Legislativo, ganado por la oposición, en las elecciones de enero pasado, sitiado física y políticamente por el gobierno.
En aquella oportunidad el gobierno armó en el mes de febrero, previo al dialogo, una Conferencia Nacional de Paz a la que asistió algún que otro diputado y empresarios importantes como Lorenzo Mendoza, quien propuso la creación de una Comisión de la Verdad en materia económica, que Maduro aceptó constituir. La MUD no acudió a esa cita por considerar que no había las condiciones apropiadas y que la Conferencia era poco menos que una burla al pueblo venezolano ¡Y claro que lo era!
Las razones que llevaron a organizar ese “show” llamado Conferencia de Paz, consistían según Maduro en que “No podemos esperar que los eventos violentos escalen, que sigan los dimes y diretes para llamarnos a hablar que en circunstancias de gran conmoción nacional, tenemos que actuar de manera temprana y por eso he llamado a esta Conferencia Nacional de Paz”. Es decir, que asistir a dicha Conferencia, significaba aceptar que había hechos violentos en el país, causados por los sectores que representaban quienes allí acudían, esto es, el empresarial y el político, los grandes protagonistas de la “guerra económica” inventada por el gobierno, así como de la violencia callejera, “guarimbas” y “candelitas” incluidas. Una manera de reinventar y justificar al enemigo opositor, allí reunido.
Pero en el discurso de Maduro había aún más argumentos parecidos para la búsqueda de la paz: “En el mundo moderno no podemos resolver los conflictos políticos ni con armas ni con violencia, siempre se tiene que buscar la vía de la Constitución, asumida y respetada por todo el país”. Por todo el país si, ¡menos por el gobierno!
En aquella ocasión, el dialogo fracasó, porque quienes lo vimos en televisión, pudimos constatar que con cinismo, prepotencia y refiriéndose siempre al pasado como causa de todos los males del país, no obstante los quince años gobernando que tenía ya el chavismo, es imposible establecer base alguna para deliberar sobre el presente y, lo más importante, sobre el futuro del país.
De allá para acá, nada ha cambiado; por el contrario, las condiciones del país se han agravado, acentuando aún más la responsabilidad del gobierno en la crisis humanitaria vivida por los venezolanos y que el gobierno se niega a reconocer, al igual que lo hizo en abril del 2014. También en aquel entonces, en vísperas de la instalación de la mesa de dialogo, en Miraflores, al referirse a unas declaraciones del expresidente Lula, recomendándole bajar la intensidad del debate político y gobernar más, Maduro dijo textualmente: «No tengo nada que negociar con nadie (…) ni negociación ni pacto, aquí lo que hay es un debate, diálogo, que es diferente a una negociación y un pacto». Actitud muy parecida a la de hace unos días, cuando declaró, con la mesa de dialogo ya instalada, que a Miraflores no iba a entrar la oposición ni con balas, ni con votos.
No sé cómo lo habrá interpretado el enviado especial del Papa; pero no estaría de más que le recordara al régimen algunas de las tesis jesuitas de los siglos XVI y XVII, Mariana y Suarez, por ejemplo, sobre el derecho a la resistencia y a la rebelión del pueblo contra el tirano y los gobiernos que lo justifiquen. Y eso que en aquellos tiempos, no había una constitución que debía ser respetada por todos.