Esta semana se organizó en un colegio un panel con tres ex alumnos, de tres generaciones distintas, la I, la V y la XXV con el tema ¿cómo me preparó el colegio para la sociedad? Hoy cada uno de los panelistas goza de fama, prestigio, ciertas comodidades fruto de su trabajo y esfuerzo. Fueron claros y francos, el colegio no me dio toda la formación que yo necesitaba para enfrentar la universidad ni la sociedad, pero me dejó las inquietudes necesarias para seguir buscando la verdad y la realización humana plena de la vida, aquella que me ayudará a ser feliz, y esta se encuentra en el servicio a los demás, en el aprender a ser agradecido y en el devolver a la sociedad lo que me ha dado para que hoy yo llegue a ser lo que soy, un abuelo feliz, un empresario exitoso, un productor de ideas. Verdaderamente a un colegio jesuita ¨se entra para aprender y se sale para servir¨.
Las familias, la sociedad en general, el Estado, todos piensan que los colegios deben dar la solución a los males de esta sociedad que la vemos desquebrajada por todos lados. ¨La educación es el futuro de la humanidad¨, ¨encierra un tesoro¨, ¨es el factor del desarrollo¨, ¨es la socialización primera de la cultura y los valores patrios¨; entre otras frases bellas que los ideólogos piensan y sienten sobre la educación.
Muchos de estos ideólogos de la educación tienen el paradigma empresarial detrás en su comprensión de lo que es un centro educativo. Hay un imput, un material de entrada, los alumnos, hay unos procesos de producción, que deben tener indicadores de calidad y certificaciones internacionales para saber que estamos por el buen camino, y hay un out put, un producto final que salen de dichos procesos e intercambios entre profesores y alumnos, entre expertos y aprendices. Nos olvidamos que la materia con la que se trabaja en educación es compleja, es misteriosa, no termina de conocerse, es sorprendente puede dar más de lo que sabemos o puede estancarse o deteriorarse, no se sujeta con facilidad a las etiquetas de marcas y mercados, sino que si pesca la pista del éxito de la gran empresa de hacerse ser humano en plenitud, en verdad, esta se mueve por el amor y la libertad y si algo nos dice la historia es que el amor y la libertad no respeta leyes ni teorías, no se sujeta a determinismo ni planificaciones.
El amor y la libertad es la pista de una verdadera enseñanza. Esta inicia en la escuela y nunca acaba, son recursos inagotables, cuya fuente es para quienes tenemos fe, el Dios amor, fuente de vida y dignidad. Por eso lo que deja un colegio católico y jesuita, como cualquier colegio laico o religioso es saber sembrar las semillas del verdadero desarrollo humano y social, es dejar inquietudes mas que respuestas, como dejar huellas de los valores reales y concretos que nos hacen humanos y mejores, el respeto a las personas, el servicio como concreción de un aprendizaje y la trascendencia que se expresa en la gratuidad de hacer el bien, de ir más allá de relaciones mercantiles a relaciones creativas y hermanas, a dejar este mundo un poquito mejor que lo que lo encontramos.
El ejemplo de Oscar, Xavier y Alfredo hoy empresarios exitosos nos mueven a seguir formando, sabiendo que es cierto que la educación encierra un tesoro, pero ese tesoro puede quedar encerrado o ser arrebatado y prostituido sino deja las inquietudes claras de unir razón y corazón en el saber qué hacer con el conocimiento, dejar convicciones que el aprendizaje es para toda la vida y que en cualquier momento puede producir ideas brillantes o inútiles si no sabes encontrar el sentido de la vida y de lo que hace feliz a una persona y a una sociedad. La convicción que el amor y la libertad es lo más importante que debemos conquistar, conquistándonos a nosotros mismos. El testimonio de sus vidas avalan sus palabras. Uno presidente de un enorme obra social, otro cuando era congresistas elaboró leyes para el bien de todos, y otro con programas sociales desde su empresa. Por eso, Alfredo nos decía ¨Las ideas son poderosas, pero las convicciones invencibles¨.