Me preocupa el giro que está tomando el país respecto a las elecciones del próximo mes de Febrero. Hay mucha información falsa, y muchas veces mal intencionada de lado y lado, Hay ciertos mensajes del Gobierno, que se salen de contexto, Hay insultos, acusaciones, belicosidades, mensajes que llaman a la rebelión, que no deben ni pueden ser parte de ninguna campaña por más política que sea.
He leído en este diario, la reproducción que hace el Coronel Alberto Molina (r) de la sabatina pasada, en la que nuestro Presidente pide al pueblo prepararse para resistir contra los embates de los malos, a las tropas jóvenes a defenderse de sus superiores, es decir, un llamado abierto a la rebelión, para defender a los buenos contra los malos.
En el asunto del ISSFA y los problemas militares, me permito disentir con esta actitud. Todo gobernante tiene la obligación de respetar el orden establecido. Un llamado a rebelión me parece peligroso, pues puede llevar a un enfrentamiento entre hermanos, y el único perdedor es el país y sus habitantes. Si yo pido respeto, debo comenzar dando el ejemplo: ¡Respetando a los demás! Si yo no respeto, ¿Cómo puedo exigir que me respeten?
Hay que deponer las actitudes dictatoriales, buscar unir a los ecuatorianos, no dividirlos! ¡Sembrar odio entre hermanos, nos llevará a cosechar tempestades! Si yo tengo la razón, no tengo porqué imponerla, ¡la verdad cae sola! ¡Machacársela en la cara a mi oponente, sólo lleva a resentimiento! Además, ¡nadie es dueño absoluto de la verdad, sólo Dios! Si estoy equivocado, sería muy triste y el daño que hice, no tendría cómo repararlo.
No se puede hacer proselitismo político con el dinero del pueblo, pues estoy beneficiando a los de mi partido y perjudicando a los otros. No puedo, ni debo ser juez y parte.
¿Estoy seguro que yo soy el bueno y mi contrincante el malo? ¿He oído sus argumentos? ¿Los he analizado? ¿Le he dado el beneficio de la duda, o estoy imponiendo mi criterio a los demás? ¡Yo puedo creer tener la verdad y estar equivocado! ¡Sólo Dios no se equivoca! ¡y yo no soy Dios!