Hay dos preguntas que la gran mayoría de los venezolanos se hacen a diario. La primera, es ¿cómo, aún, se mantiene este gobierno?.
En una democracia de verdad, el sistema funciona debido al respeto de la legalidad y del principio de alternabilidad que permiten a la gente opinar cuándo un gobierno no es adecuado, así como elegir uno nuevo. Pero cuando se traspasa la línea de lo inadecuado y un gobierno se convierte en el más malo y peligroso de la historia, para los ciudadanos de un país, como ocurre con el de Maduro: entonces éste debería caer por sí solo, por su propio peso; o al menos eso es lo que todo el mundo desea, sin tener que esperar al final del periodo. Esto último dependerá siempre, de si el resto de las demás reglas democráticas funcionan.
En el caso de Venezuela el Referéndum Revocatorito es una de ellas; otras lo serían, por ejemplo, la declaratoria de abandono del cargo por parte de la Asamblea Nacional, e incluso la propia renuncia al cargo por la presión de la ciudadanía en la calle y la incapacidad para hacerle frente a una crisis política y social de las dimensiones de venezolana.
En la América Latina del siglo pasado, cuando esos mecanismos u otros similares, dependiendo del país, no funcionaban por si mismos, eran los militares quienes abrían la válvula de escape del sistema, dando lugar a dictaduras, en ocasiones interminables. El teniente coronel Hugo Chávez tomó esta vía en el año 1992, cuando trató con su fallida intentona militar de derrocar a Carlos Andrés Pérez, presidente de un gobierno democrático al que se le tenía por corrupto en aquellos años.
Cuando, posteriormente, Chávez llega al poder, aprovechando la coyuntura que le permite el sistema democrático, dos cosas van quedando claras con el pasar de los años. La primera, es que cualquier comparación de gobiernos pasados como el de CAP, con lo que ocurre hoy en día, se queda chiquitita y sería motivo de risa. La segunda, es que existen dos tipos de golpes de estado; los golpes de estado legitimados, por el querer popular, génesis de revoluciones, como los de Hugo Chávez y Fidel Castro, y aquellos otros alzamientos militares, es decir, todos lo demás, siempre que se intenten en su contra. En ningún caso vale hacer distinciones, entre si el de Chávez fue contra un gobierno legítimo y el de Fidel contra un régimen dictatorial.
La otra pregunta rondando en la cabeza de la gente, mientras hace cola para comprar alimentos o cambiar los billetes de cien bolívares en el banco, es ¿por qué no ha reventado otro “caracazo”?, siendo la situación social y económica de la Venezuela actual, muy diferente a la de febrero del año 92; es decir, de mucha más gravedad y ser más dañina para todos, además de profunda y esperpéntica. Con más razón ahora, cuando el gobierno de Maduro ya tiene tres años y medio en “disfunciones”, más que en funciones; a diferencia del de CAP que apenas tenía un mes de comenzado, y a cuyo paquete económico, recién anunciado y parcialmente en aplicación, se le achacaron aquellas protestas y saqueos, llenos de violencia, que dejaron lamentablemente, decenas de muertos y heridos.
La única explicación posible es que el “caracazo” más que un movimiento popular espontaneo, fue algo inducido. No por casualidad, el chavismo ha utilizado el “caracazo” para explicar el origen social y popular, de la Revolución Bolivariana.
De modo, que después de todo estos años, los opositores del chavismo se encuentra con que los instrumentos de lucha democrática están neutralizados por el aparato estatal, o bien paralizados por argucias del propio sistema a través de instrumentos como el dialogo, o la intermediación de voceros internacionales, aparentemente imparciales, como los señores Ernesto Samper, Leonel Fernández o Rodríguez Zapatero, quienes prefieren hablar de reconciliación entre las partes, como si Venezuela fuese Colombia y la oposición venezolana, una guerrilla; pasando por alto el derecho que tienen los venezolanos a hacer oposición y a exigir que el gobierno de Maduro respete la Constitución y no ponga trabas al Revocatorio. Con una situación similar se consiguen quienes piensan todavía en asonadas militares y añoran los “coup d´état” contra los gobiernos malucos, en razón de que el propio ejército venezolano, al menos por medio de su más alta oficialidad, se ha declarado chavista y antiimperialista en actos públicos
La conclusión que nos queda, después de casi dos décadas de chavismo, es que no solo los mecanismos legítimos de protesta y oposición popular, democrática, son inoperantes, sino que hasta los inconstitucionales, como los “golpes de estado”, son monopolio exclusivo del régimen.