Tengo la misma sensación que quizás muchos de ustedes tienen. Las autoridades del Gobierno, en lugar de entender que recibieron el mandato del pueblo ecuatoriano para gobernar y administrar responsablemente sus recursos, interpretaron que el mandante les extendió una suerte de patente de corso.
En los siglos XVI y XVII los reyes emitían patentes de corso, que no eran otra cosa que la autorización que entregaban a los dueños de embarcaciones para hacer lo que fuese necesario con el objetivo de eliminar a los enemigos del reino.
En esta carrera, los portadores de estas patentes atacaban, saqueaban y destruían con la excusa y amparo que les proveía la patente entregada por el rey. De ninguna manera señores, el pueblo del Ecuador no les ha entregado ninguna patente de corso, nadie los eligió para hipotecar el futuro de nuestro país con un nivel de endeudamiento gigantesco. No les dieron carta blanca para manejar los recursos de nuestro país con ligereza, sin la prudencia y fiscalización que la ley y las buenas normas obligan. No los enviaron a insultar, descalificar, perseguir e irrespetar a quienes se les pongan en frente por no comulgar con los principios de este Gobierno y expresar lo que piensan o informar lo que sienten necesario.
No los pusieron para perpetuarse en el poder porque recuerden, que perdurar en el poder corrompe.
Nadie los escogió para hacer tabla rasa de la Constitución. De ninguna manera los mandaron a controlar todos los poderes del Estado, porque de esa manera, sin la independencia de estos y con poderes absolutos, lo único que se cumplirá sin chistar es la voluntad del Gobierno.
No los han declarado dueños del país, son simplemente los mandatarios del gran mandante, el pueblo del Ecuador. Tampoco que nos repleten de impuestos que asfixian nuestra debilitada economía.
Ya se dejan ver rostros de preocupación en el Gobierno y no es para menos, no hay día que algo nuevo no les estalle y continúe menoscabando, salvo honrosas excepciones, la inmisericorde administración que han tenido.