¿Qué esperamos del tiempo? ¿Qué es lo que viene? Hace pocos días esperábamos el fin del año y el nuevo año. La fiesta del tiempo que muere y nace simultáneamente. Cantamos a lo nuevo, la esperanza de lo nuevo. A quienes dicen tener a Dios al lado, otros al demonio y otros ni a Dios ni al diablo, sólo esperan. La esperanza de que venga algo mejor. También yo espero.
La puerta de mi casa es derrumbada por el fuerte viento de la noche. El viento trae canto, mariposas que recién han dejado de ser orugas y vuelan felices su poder de alcanzar las nubes. El color azul de la noche reparte azules en tazas de té de porcelana china. El romancero de la luna y el viento cosecha primaveras de posibilidades y adivinanzas. Se acerca y acaba de cruzar el umbral de la puerta el señor del “ya no es posible” seguido del demonio del “sí es posible esperando”.
Yo soy alguien que mira el espectáculo de la vida desde el espejo de mi realidad.
¿Qué anhelo de la vida? ¿Qué esperamos? El calor madura las sandias que se han colocado sobre la mesa larga del patio esperando que la familia venga a servirse. El ruido de la casa llega hasta las cuevas de alibaba que habitan dentro del tiempo que nunca muere ni sufre. Ha caído el sol y el ambiente está fresco. Los hombres enanos son los primeros en sentarse. Blanca nieves y el sapo del cuento los reprenden porque han derribado la lámpara de Aladino que aguardaba su momento en un rincón. La mujer bruja se baja del árbol de vampiresas y abandona su escoba hundiéndola en el espejo. Las sirenas salen del pozo de los deseos y los dioses han dejado su divinidad para disfrutar de la sandía y del sexo libre que ofrecen las mesalinas del cabaret rojo del averno. Es el tiempo y sus belicosas circunstancias.
Medusa ha soltado las serpientes y estás se han emparejados con hombres débiles y sucios que no tienen sexo sino manjar de leche que manan desde su incapacidad de dar placer. El sol es amarillo, el deseo es rojo, la bondad existe a cuenta gotas. Todo es como es y nada es como siempre ha sido. Este es un día apasionado, en la que la generosidad está floreciendo en los lugares en donde antes había carnicerías y ganadería de recién nacidos.
Renace la vida y mi pregunta está sin respuesta: ¿Qué espero? Aquí, ahora. Las manzanas caen sólitas del sus árboles, ruedan sobre las subidas y bajadas de los caminos. La gente se esmera en recogerlas, llenan sus cestas y
echan a reír la generosidad de la tierra, de los árboles, de la ley que las soltó en nombre de la generosidad. ¿Hay algo para mí después que las vacas han sido sacrificadas a favor de los damnificados de los recuerdos del año de la leche? ¿Qué espero de ti
amor sin nombre y silencio sin música ni baile ni bocaditos de sal regados sobre el mantel de la fortuna solitaria.
Hoy es quincena y no han pagado. ¿Pagaran mañana? El mañana no existe entonces no pagaran nunca. Quizás es pagar primero y luego seguir pagando por todo lo que viene. Siempre pagar. Estoy en silencio tratando de entender si
vivir es esperar. Los libros de mi biblioteca caen al piso y se encienden al calor de mis dudas. Las llamas alcanzan a desnudarme y me piden rogar a prisa: por paz. No importa si viene o no, suplicar por la paz de los vivos, que en algún momento nos dieron
a los vivos y que hoy quiero recuperar. Pero llegó la espera y me pone a esperar, de nuevo a esperar.