Se cumplió este 4 de febrero, un cuarto de siglo del golpe de estado intentado por el teniente coronel Hugo Chávez Frías en contra del gobierno de Carlos Andrés Pérez. Recordar una fecha como ésa, en la cual hubo víctimas fatales además de violencia contra las instituciones legítimas del Estado, no tendría mayor sentido, si no fuese porque una vez más en la historia de Venezuela, lo que no es ajeno a las otras historias, se busca manipular los hechos y la verdad acerca de lo sucedido, con opiniones y mentiras.
Desde prácticamente su llegada al poder, apenas unos siete años más tarde, en esta ocasión por la vía democrática, la misma que había llevado a la presidencia a CAP en diciembre de 1988, Chávez puso dentro de su agenda de propaganda, el golpe del 4 de febrero, que por arte de magia comenzó a ser visto como un acto casi heroico de raíces populares, una especie de reivindicación contra un gobierno opresor del pueblo con sus medidas capitalistas y neoliberales.
Aquella rebelión militar, así vista, a través del tamiz ideológico del chavismo y de los intereses de clase del grupo dominante, no había sido un golpe de estado como decían los enemigos del nuevo gobierno, sino una auténtica revolución que había tenido ya un prolegómeno en la protesta del pueblo contra el oprobioso gobierno de CAP, en febrero del año 1989, y que alcanzaría su cenit, después del “por ahora”, con el triunfo electoral de Chávez en diciembre de 1998.
En relación con aquel supuesto antecedente, no es difícil comprender, basta simplemente con atar cabos, después de escuchar repetidamente tales argumentos en estos tres largos lustros de chavismo, que en realidad si hubo algún plan, una especie de mano peluda para decirlo en criollo, detrás de aquellas manifestaciones violentas de febrero 27 y 28 del año 89, presentadas como espontáneas; sino ¿de qué otro modo se pueden explicar dichos sucesos? pues CAP tenía apenas un mes escaso en la presidencia, a la que acababa de arribar con la más alta votación de la historia y su paquete de medidas económicas, supuestamente la causa del descontento, estaba empezando a aplicarse en algunos renglones.
De manera que ni siquiera es exacto hablar de una revolución. Si hacemos caso al chavismo, se trataba de todo un proceso revolucionario, escribiendo una historia nueva, con bases ideológicas tomadas del pensamiento de Bolívar, de Ezequiel Zamora y de Simón Rodríguez, como se ha llegado a decir alegremente en más de una ocasión, que rompió las estructuras corruptas del Pacto de Punto Fijo y acabó con el monopolio del poder, usufructuado por Acción Democrática y Copei durante cuatro décadas.
Tal vez lo único cierto de todo lo anterior, es la pérdida del poder por los dos partidos tradicionales del estatus quo, hasta ese momento. Pero lo que no se puede es mezclar la victoria de Chávez en las presidenciales del año 99, con el golpe de estado del 92, para luego concluir que la primera fue continuación de la segunda, o que el pueblo cuando votó por Chávez avaló también la “revolución” que había comenzado en febrero del 89, o lo que es peor, el golpe de estado del 92.
Se ha llegado a la desfachatez de bautizar al 4F, como el Día de la Dignidad. Una fecha que en cualquier momento, más bien extraña que aún no lo hayan hecho, será celebrada en el calendario de fechas patrias, junto con el 19 de Abril o el 5 de Julio. Por qué, evidentemente, no se puede meter al Padre de la Patria en este paquete revolucionario, sin no es con la intención de equiparar al golpe de estado del 92, o al menos, dejar la posibilidad abierta, con el proceso de lucha independentista contra la corona española, el otro imperio; no importa si en aquel entonces, durante los eventos de 1810 y 1811, el joven oficial Bolívar, aun no era el gran protagonista que fue más tarde en la guerra de independencia.
Pero si el papel lo aguanta todo, el pueblo también. Si como ya expliqué en un artículo anterior, refiriéndome a que para el señor Trump, los hechos como tal no existen, sino más bien la opinión que la gente tenga de ellos; es posible, entonces, que los venezolanos terminen creyendo que lo del 4F fue efectivamente una acción revolucionaria justificada y no un golpe de estado contrario a la ley y a las instituciones; será cuestión de esperar.
Lo que si no cambia es esa percepción que tienen los venezolanos, durante los últimos cuatro años, de la realidad a su alrededor, la cual no es comparable, en modo alguno, con aquella otra realidad del segundo gobierno de CAP o de alguno de los gobiernos que conformaron eso que Chávez denominó, para desmarcarse de élla, como la IV República. Una realidad económico-social y política, que bajo los criterios ideológicos del chavismo justificaría no uno, sino varios golpes de estado en todo este tiempo.
Desgraciadamente, aún hay quienes esperan a que un nuevo Chávez aparezca como la solución mesiánica a todos nuestros problemas.