Todo estudioso de la historia del desarrollo económico mundial debe sorprenderse porqué encontrándonos en el siglo XXI continúan habiendo países pobres en el mundo, cuando las respuestas para terminar con la pobreza se conocen desde hace 250 años. En efecto, el economista David Hume (1711-1776) es considerado como el primer economista que formuló las bases para el desarrollo económico. Fue el primero en afirmar que para su propio beneficio, al Estado le convenía dar el máximo apoyo a los sectores productivos. Era la producción, el activo más valioso que podía tener un país y no los recursos naturales, ni los metales preciosos. Los japoneses debieron haber leído a Hume, porque ellos se convirtieron hasta fines del siglo XX en la segunda potencia mundial sin tener ningún recurso agrícola o mineral dentro de sus fronteras y así le dieron la razón a este brillante profesional inglés. Hume sostenía que “… la seguridad del Estado depende de la seguridad de las actividades productivas . Consecuentemente tiene toda la razón para cuidar muy bien a su gente y manufactura“. ¡Qué palabras más sabias y qué poco escuchadas por los gobernantes de los países tercermundistas !
A partir de Hume, en los siglos subsiguientes, no menos de 20 economistas de diversos países de Europa, Estados Unidos y últimamente de Japón, han escrito más de un millar de libros sobre el desarrollo económico. Profesionales como John S. Mill, David Ricardo, Walter Rostow, Colin Clark, Mancur Olson, Gunnar Myrdal, Douglas North, Albert Hirschman, Ragnar Nurkse, Paul Krugman, Joseph Schumpeter y Kenichi Ohmae y otros . hicieron importantes aportes para encontrar las causas del subdesarrollo y plantear las soluciones. Estudiaron los efectos de las políticas monetarias, cambiarias, fiscales, comercio exterior, ciencia y tecnología, inflación, tamaño del estado, etc.
Todas estas investigaciones se basaron en eventos históricos relacionados con el crecimiento económico de países pobres que se convirtieron en potencias, desde la Edad Media hasta la actualidad. Identificaron los procesos que se dieron y favorecieron la acumulación de la riqueza de los diversos imperios que se crearon a través de los siglos. Ellos admitieron que el crecimiento económico sostenido no fue un fenómeno de los países occidentales, porque también ocurrieron en China en dos ocasiones, siendo la primera vez durante la Dinastía Sung entre los siglos X y XIII y luego entre los siglos XV y XVII y en Japón en el siglo XIX en la Dinastia Tokugawa. Recientemente tenemos los casos de los Tigres del Asia y el propio Japón de Hirohito y luego de su hijo Akihito.
La mayoría de los economistas citados en los párrafos anteriores coincidieron en algunos descubrimientos. Uno de ellos establece, que el crecer o mantenerse estancado es la eterna pelea entre aquellos que buscan producir y aquellos que buscan una renta. Cuando los primeros prevalecieron, los países florecieron y cuando los segundos se impusieron, los países se empobrecieron. Ejemplos clásicos se tienen en las ciudad-estados de Génova, Florencia y Venecia. Mientras sus pueblos se dedicaron al comercio e industria, prosperaron, pero cuando los empresarios decidieron retirarse al negocio inmobiliario de la ciudad o campo, para vivir del alquiler, en pocas décadas desaparecieron como imperios.
Menciono esta conclusión de los investigadores porque comparto la idea con algunos de ellos de que la prosperidad es tanto de actitudes y mentalidades como de recursos y educación. Un país puede tener enormes recursos y extraordinarias políticas económicas, pero para lograr el crecimiento intensivo se necesita de otros factores no económicos y del progreso de otras formas de inversión, como la educación y preparación de los ciudadanos ¿Qué hacer para crear la voluntad para cambiar, qué hacer para crear en el pueblo la inclinación a los negocios, qué hacer para trabajar en equipo, qué hacer para crear en la juventud el interés por las ciencias exactas, etc. ?
Los economistas que dedicaron su vida para encontrar la receta que permita crear un mundo mejor y quienes continúan en la búsqueda, claramente han afirmado y afirman que las raíces del relativo y absoluto fracaso económico de los gobiernos, que han empobrecido a sus pueblos, no sólo que están identificadas sino que se las puede eliminar. El conocimiento de la economía del desarrollo se ha ido acumulando y ha permitido que aquellos países que decidieron cambiar sus rumbos, lograran duplicar el ingreso per cápita en menor tiempo que los anteriores.
Inglaterra se demoró 2 siglos en duplicar su riqueza, tomó un siglo a los Estados Unidos, Japón lo hizo en 50 años y los Tigres del Asia, lo lograron en 25 años. China lo ha hecho en menos de 20 años. DE un ingreso por habitante de 400 dólares al temina los setenta, antes del fin del siglo pasado, la renta era más de 200 dólares; hoy es alrededor de 6.000. Crecimientos del 10 % anual del producto interno bruto jamás se dieron en los siglos anteriores al XX. El primer país que lo logró fue Japón entre 1960 y 1970. Los Tigres del Asia llegaron a tener hasta el 12% de crecimiento. China mantuvo niveles similares. Los incrementos espectaculares en las tasas de desarrollo que esas naciones lograron, se debió a las mejoras en la tecnología y en las políticas económicas, cambios que indiscutiblemente han beneficiado a los países más jóvenes, porque ya no tienen que demorarse un siglo o más en alcanzar la prosperidad, si sus gobernantes se proponen hacerlo sin demagogia.
Que nuestros gobernantes han fracasado en lograr el crecimiento económico sostenido en el Ecuador es una verdad irrefutable. En mi libro La inalcanzable prosperidad, reproduzco los más importantes índices macroeconómicos logrados en cada uno de los mandatos presidenciales desde Juan José Flores. Ninguno pudo hacerlos crecer año tras año. Todos fracasaron, unos más y otros menos. Si analizamos los 6 períodos de prosperidad que hemos tenido desde 1830, todos ellos se debieron a factores exógenos, no a políticas económicas establecidas por nuestros gobernantes. El auge del cacao entre 1870 y 1920, se atribuyó al incremento del consumo de chocolate que se dió en Europa como resultado de la Revolución Industrial. El auge de las exportaciones de tagua entre 1880 y 1910, se debió a que unos alemanes la descubrieron en Manabí y encontraron la forma de usarla (fabricar botones, mangos de bastones y paraguas, etc). Los auges posteriores como el del banano, camarones, flores, etc. fueron el resultado de la iniciativa privada ecuatoriana. En el auge de petróleo no hay mérito. El Estado entró a mesa puesta a cobrar diversos tributos.
El último experimento económico criollo no ha funcionado y se ha convertido en el más costoso de la historia.
Estimado Ingeniero: Interesante articulo, una vez más acertado en sus palabras
Atentamente
Erika Pérez Benitez