En toda sociedad hay dos tendencias que tienen que ser consensuadas o acercadas para lograr una sociedad en paz y no una sociedad a golpes.
La tendencia individualista es la que propugnan aquellos que nacieron guapos, inteligentes, ricos en muchos casos, los afortunados, y que por lo tanto dicen: “cada uno a lo suyo, ¿por qué tengo que preocuparme del resto”? Defienden muchas veces su posición arguyendo que el resto son vagos, que quieren aprovecharse de ellos, los que trabajan duro. El extremo es la visión de Ayn Rand, la del egoísmo, como ella lo llama: “no quiero que nadie viva por mí, ni voy a vivir por nadie”.
En las sociedades de hoy despuntan los jóvenes porque es más fácil que antes hacerse rico, antes había que trabajar la tierra, lo que tomaba tiempo y se hacían viejos en el proceso, por lo que propugnaban el conservadorismo. Ahora jóvenes inmensamente hábiles inventan tecnologías y crean nuevos productos que mercadean agresivamente, por lo que propugnan sociedades de total libre empresa.
Como los propulsores de total libre empresa son una minoría en sociedades como la ecuatoriana, los políticos que quieren ser elegidos hablarán más de comunidad, que es donde está la mayoría. Y ganaran las elecciones, forzando a la sociedad más hacia la comunidad. En algunos países se han dejado llevar por ideologías extremas colapsando y arruinando sociedades.
La otra tendencia es la comunitaria, la de aquellos que por sus características personales o por su filosofía de vida o por su religión creen que en la sociedad los más afortunados tienen obligación de apoyar a los más necesitados, buscando no una igualdad, pero sí un balance social que cada uno escoge. El extremo es un convento, en que las monjas pierden hasta su nombre en busca del compartir, en el que cada una tiene su función y la cumple de acuerdo a sus posibilidades, recibiendo de acuerdo a sus necesidades. Como los cristianos de los primeros tiempos.
Entre esos dos extremos, el egoísmo y la comunidad, cada individuo, implícita o explícitamente, escoge su posición. El promedio de esas posiciones establece el gran lineamiento de la sociedad. Filósofos, políticos, teólogos han escrito hasta la saciedad sobre el tema, lamentablemente en términos tan túrgidos que pocos los leen y más bien prefieren escuchar al político que parece decir lo que ellos quieren escuchar. Grave es cuando en una sociedad hay grandes o vociferantes o influyentes grupos, uno defendiendo el individualismo extremo y el otro un comunitarismo extremo. Esas sociedades están destinadas a perennes enfrentamientos. Felices son las sociedades en las cuales existe una mayoría de individuos deseosos de desarrollar su individualidad para provecho propio pero que están dispuestos a compartir sus éxitos con aquellos menos afortunados. Esas sociedades, no sé si serán más productivas o durarán más, pero son más agradables para vivir en ellas. Creo que esa ha sido la sociedad ecuatoriana en el pasado y es por la cual sueño y trabajo.
Cada uno de nosotros ecuatorianos tiene que tomar una posición y actuar respecto a ella, no como eco de nuestro grupo social o partidista, sino de acuerdo a nuestra consciencia y a nuestras responsabilidades como seres humanos. Para aquellos que creemos en el cristianismo y una vida eterna, será una posición en concordancia con lo que ese cristianismo y esa vida eterna nos exige. No nos dejemos llevar por la pasión, ni por la marea del resto, ni por el quedar bien, ni por el no desentonar, sino por la visión de la sociedad que queremos, iluminada por nuestra conciencia.