Durante los gobiernos de Hugo Chávez, las protestas públicas fueron una constante. Las de mayor impacto político por su trascendencia, tanto dentro como fuera de Venezuela, se dieron en abril del 2002 y, seguidamente, en diciembre de aquel mismo año, con el denominado paro nacional o petrolero, prolongado en los hechos, hasta comienzos de febrero del 2003.
En el primero, la marcha del 11 de abril, catalogada como la mayor manifestación popular que se recuerde en Caracas, sirvió de escenario, al enrumbarse hacia Miraflores, sede principal del gobierno, a una serie de hechos violentos, donde las imágenes de francotiradores apostados en los techos de algunos edificios, los gases lacrimógenos y la represión policial, aún están frescas en la memoria de mucha gente. Como principal consecuencia, queda un trágico saldo de muertos y heridos, la declaración del alto mando militar por boca del recién nombrado Ministro de la Defensa, general Lucas Rincón, de la renuncia escrita de Chávez y el surgimiento de un gobierno de facto, que duró pocas horas, al ser repuesto Chávez en la presidencia.
Para el oficialismo se trató de un golpe de estado; para la oposición oficial de unos hechos que generaron un vacío de poder, tesis sustentada por el Tribunal Supremo de Justicia, en agosto de aquel mismo año; mientras que para otros fue un autogolpe que buscaba poner en evidencia tanto a militares como a dirigentes políticos, sindicales y empresariales, quienes adversaban, abiertamente, o a escondidas, a Chávez y a su gobierno. Sirven de premisas a esta última conclusión, la evasión de su custodia permanente, de Carmona Estanga, el fugaz presidente del nuevo gobierno, quien solicitó asilo político en la embajada de Colombia; la pasividad del gobierno de Chávez contra el resto de los supuestos golpistas, así como la aún más incompresible permanencia del general Lucas Rincón, como Ministro de la Defensa, hasta julio de ese mismo año 2002, su posterior condecoración por el gobierno y los cargos desempeñados después.
En los años 2007, 2008 y 2009, las demostraciones de rechazo al gobierno de Chávez se dieron por cientos durante prácticamente los doce meses del año. Las frecuentes inhabilitaciones políticas de la dirigencia opositora, el cierre de varios medios de comunicación, entre los cuales destaca el de Radio Caracas Televisión, en diciembre del 2006, y de varias emisoras de radio, así como la reivindicación de derechos civiles y políticos conculcados por el gobierno, son algunas de sus causas. Las protestas continuaron en los años siguientes, alcanzando en el 2012, una cifra récord, que según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, llegó a la cifra de 5.483 muestras de desaprobación al gobierno de Chávez, entre caminatas, cierre de vías, concentraciones populares, etc. A las causas anteriores se suman, ahora, otras de corte social, como falta de vivienda, trabajo o bien la inseguridad frente a la delincuencia.
Ya Chávez, a principios del 2009, viendo la continuidad de las protestas estudiantiles trató de ponerle coto a la situación, afirmando que el Chávez afable, permisivo, la palabra criolla que utilizó fue “pendejo”, se había quedado en el 2002 y que, de ahora en adelante, las autoridades policiales debían disolver a los manifestantes, echándoles “gas del bueno”; quizás olvidando que el artículo 68 de la Constitución prohíbe expresamente el uso de sustancias toxicas en el control de las manifestaciones pacíficas.
En los cuatro años que cumple Nicolás Maduro, el próximo 19 de Abril, al frente de la presidencia del país; fecha tope, igualmente, aunque ya no sirva de nada, para ejercer el derecho de referéndum revocatorio, como lo hemos explicado en anteriores artículos, las protestas de todo tipo se han multiplicado, así como, también, la violencia de la autoridad contra la población que no solo ha sufrido los efectos de recibir “gas del bueno”, sino también del malo, incluso desde helicópteros.
Dentro de las contradicciones en que incurre quien solo ve las cosas del lado de su acera, tenemos además de la del “gas bueno”, aquella del 8 de mayo del 2009, en una «clase magistral» dictada por Chávez en la UNEFA de Maracay, en la Clausura del II Congreso Nacional de Economía Social. De lo mucho que habló, sobresale una anécdota sobre un suceso acaecido hace años, siendo militar activo, en el patio de armas de un cuartel donde había soldados concentrados y el cual empezó a llenarse de humo. Era el humo de las bombas lacrimógenas con que las fuerzas del orden público de aquel entonces, estaban masacrando cerca de allí, a jóvenes estudiantes. Contaba Chávez en esa asombrosa conferencia a un auditorio de unos 800 alumnos, que a él le molestó aquello «y que le dieron ganas de alzarse», de proteger a aquellos estudiantes con su tropa, pero que no lo hizo porque podía ir preso.
La pregunta que surge espontánea y súbitamente en cualquiera, es la misma: ¿Qué pasaría ahora, si a los millones de venezolanos, que no tienen tropas, en desacuerdo con el gas de Maduro o simplemente con su gobierno, les dieran, también, ganas de alzarse?