Desde hace algún tiempo, algunos políticos y comentaristas han venido encasillando la situación que vive Venezuela en la actualidad, dentro de la figura del denominado “Estado fallido”; otros en la misma línea, han preferido calificarla, más bien, como propia de un “Estado forajido”.
El incumplimiento de los fines esenciales de todo Estado con respecto a su población, como sería, por ejemplo, su abandono en materia alimentaria y de salud, violando así el derecho a la vida que establece la Constitución de 1999; la burla e irrespeto a sus derechos políticos; la pérdida de legitimidad del gobierno a través de sus ejecutorias y la degradación de su autoridad, organizando y armando, vaya aquí otro ejemplo, grupos civiles llamados colectivos, con el visto bueno del ejercito institucional; así como el desprecio e incumplimiento del derecho internacional al interactuar con otros Estados de manera ilícita como ocurrió con el Brasil de Lula y la Argentina de los Kirchner, serian algunos de los motivos y comportamientos que se estarían señalando para llegar a tales conclusiones.
En ningún caso, estamos de acuerdo con la aplicación de ambos términos, ya sea en su conjunto, ya sea por separado, a las circunstancias y condiciones que conforman la realidad venezolana contemporánea. Que me perdonen, Weber , Chomsky, Rawls, el índice del Fund for Peace sobre Estados fallidos, el “State Failure Task Force Report” de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y, en fin, todos quienes han opinado que el estado venezolano es un Estado fallido, forajido, o incluso las dos cosas a la vez.
Que me perdonen, igualmente, los familiares de los venezolanos asesinados por la brutal represión del régimen, así como los más de setecientos jóvenes aprendidos y enviados a las cáceles venezolanas en las concentraciones y protestas del 19 de Abril pasado y demás días subsiguientes; los presos políticos que ya estaban y los que estarán; al igual que los opositores y críticos del chavismo de ayer, de hoy y de siempre.
Las razones para rechazar los epítetos de”fallido o forajido”, para el Estado venezolano, van más allá de lo académico, esto es, de su falta de rigurosidad científica, de la confusión conceptual de los términos utilizados, y de las imprecisiones a que conducen en su tipificación práctica y que pueden llevar a otras distinciones como las de “estados débiles o en alerta” en contraposición a los “estados sustentables”. Los verdaderos motivos para negarnos aceptar como válidas y apropiadas aquellas calificaciones, radican en que resultarían demasiado abstractas y, sobretodo, injustas con la gran mayoría de los venezolanos que sufre a diario, en carne propia, las tropelías y barbaridades del actual gobierno de Maduro.
En efecto, aceptar que la actual situación de cosas son propias de un Estado fallido o forajido, es como decir que el estado venezolano es el culpable de lo que le ocurre a sus ciudadanos. Pero al final, ¿qué es el Estado?, sino una entidad incorpórea, intangible, que a la hora de la verdad no puede ser reprendido y mucho menos castigado. El Estado por lo mismo, no es eficiente o ineficiente en modo alguno. Son sus gobernantes, en verdad, quienes actúan en su nombre, siendo ellos los verdaderos responsables de que los servicios públicos funcionen, de que haya seguridad en las calles para sus ciudadanos, de que las leyes se cumplan y que el sistema de justicia actúe apropiadamente con el uso de la fuerza legalmente permitida. Porqué entonces hablar de “Estado fallido” cuando, realmente, quienes pueden fallar son sus gobiernos. Lo más apropiado sería entonces, decir que hay “gobiernos fallidos” en lugar de “Estados fallidos”. Tampoco sería correcto, por lo mismo, calificar a los Estados de forajidos, cuando son los gobernantes los que actúan al margen de la ley y del derecho internacional; pues ello equivaldría a decir que son los Estados quienes huyen, son perseguidos por la justicia y pueden ir a la cárcel. Algo que es totalmente falso y deja la culpabilidad de los verdaderos protagonistas en un limbo.
Además, si existen desde hace ya tiempo, otras categorías conceptuales, más precisas y más reconocibles para identificar determinados tipos de gobierno, como por ejemplo, el de autocracias, dictaduras o regímenes totalitarios, con los cuales llamar a las cosas por su nombre ¿por qué utilizar los anteriores?, que al final no hacen más que disimular la verdadera naturaleza de sus gobiernos y gobernantes.
Los venezolanos en su gran mayoría, no creo que el día de mañana, cuando se vaya Maduro, se conformen con decir que había un Estado fallido; no creo que la gente se resigne, ni tranquilice con eso. Querrán, supongo, un poco más de justicia. Una justicia de carne y hueso, con aplicación de la ley, con sanciones; pero, principalmente, con algunas caras conocidas en la cárcel.
LA CALIFICACIÓN CORRECTA, SEGUN SUS PRECISIONES SERÍA LA DE «TIRANÍA EFICIENTE»,
ASESINAR POR DESNUTRICIÓN Y ENFERMEDADES, A SUS OPOSITORES,NO SE LES OCURRIÓ ,SEGUN CONOZCO, NI A STALIN NI A CASTRO.
La diferencia radica que los otros por lo menos eran revolucionarios ideológicos, creían en una doctrina, en un cambio en el manejo de la cosa pública, no se olviden que primero fue Stalin, Lenin, luego Hitler, este fue el diabólico, pero la mezcla de la ambición con el asesinato vino después, Fidel en un principio no era el Fidel dictador, sino El Revolucionario junto al Che Guevara, la ambición de seguir en el poder trajo los cambios y la traición, y hoy estamos pagando las consecuencias de esos abusos, algunos países. No crea que solo habrá Maduro, Ortega, Correa, etc, habrán otros preparándose, ya tenemos un ejemplo, que vendrán a continuar con las mismas ambiciones, y el resto, muy bien gracias, espero equivocarme.