21 noviembre, 2024

Casa por cárcel, pero nada más

Cuando el 5 de julio pasado, durante el foro “40 años de democracia”, el expresidente español José María Aznar le advertía a su homologo José Luis Rodríguez Zapatero, ante su intempestivo abandono del evento que tuviese cuidado en caso de que se estuviese yendo a Venezuela, como en efecto ocurría; ya el cambio de régimen penitenciario de Leopoldo López, dándosele casa por cárcel, estaba confirmado.

Dicen que se fraguo, pero no templó, en la anterior visita de Rodríguez Zapatero hace apenas un mes cuando al preso político más célebre y popular del chavismo le ofrecieron marcharse a su casa a cambio de determinadas condiciones que López no aceptó.

De cualquier modo, es evidente que la maniobra del gobierno con Leopoldo López busca despejar las calles de Venezuela, pero principalmente bajar la presión que ha convertido al país en una olla de presión a punto de explotar. En este contexto los rumores que se esparcen como pólvora apuntan a un dialogo con una agenda oculta donde el maquillaje que el gobierno le ha dado a su fachada de gorila, muy bien ganada, sobre todo en los últimos tres meses, con este movimiento táctico, sería el primero de una serie de puntos a tratar.

Si algo es cierto, pero mucho más cierto que la supuesta libertad de Leopold López que algunos medios nacionales e internacionales reseñan en grandes titulares, es que el gobierno del señor Maduro logró tres objetivos importantes. El ya señalado lavado de cara que se hizo ante la opinión pública internacional, sería el primero. El segundo no sería otro que el de salvaguardar, como un mediador de excepción para futuros encuentros con la oposición y organismos internacionales, al señor Rodríguez Zapatero, al que la propia prensa española coloca como el gran protagonista en el cambio de régimen de privación de libertad de López, pues supuestamente Maduro habría accedido a ello después de que el expresidente español se lo pidiera. Y tercero, mantener vivos los canales de comunicación, así como las condiciones que permitan un acercamiento para que el tan mentado y buscado dialogo por parte del gobierno, especialmente ahora que López va a cumplir el resto de la condena en su casa, se dé antes de la elección de la ya famosa, por fraudulenta, Asamblea Nacional Constituyente.

En estos tres largos años de encarcelamiento, Leopoldo López ha sido el punto invisible, casi fantasmagórico, de todas las libretas y cuadernos del gobierno, pues, aunque no apareciera apuntado en ellas su caso estaba allí siempre presente, como, como una piedrita no tan pequeña, que molestaba y no precisamente en el zapato. En septiembre del 2015 con la injusta y politizada sentencia que lo condenaba a casi catorce años de cárcel, el caso de Leopoldo López pasó a ser un tema de Estado, al acaparar la atención de la prensa internacional e hincharle la cara al gobierno ante la andanada de críticas que no dejaban de venir de todas partes del mundo. Los casos del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y de otros dirigentes políticos igualmente presos, aumentaban el tamaño del bulto; un bulto difícil de disimular o esconder.

Ese año 2015 fue dañino para el gobierno de Maduro, pues no solo se empezaron a sentir los efectos y el coste político  de tener a un líder como López, condenado a pudrirse en una cárcel; sino porque además, en enero de ese año entró en vigor un nuevo periodo legislativo, encarnado en una Asamblea Nacional mayoritariamente opositora, lo que condujo de manera irracional y prepotente a que la dinámica del gobierno se volviera aún más acelerada e insensata de lo que ya era, volcando toda su energía en impedir cualquier acción del poder legislativo, sin importar su grado de legalidad o necesidad social; así como a conjurar con otras sentencias y mecanismos judiciales de tinte político,  que confirmaban su condena o  bien justificaban su cautiverio so pena de que lo asesinaran, la situación de Leopoldo López.   

Mas allá del cambio de su fría y sombría celda en Ramo Verde por el del más confortable encierro de las pareces de su casa, al calor de su esposa e hijos, no creo que algo más haya cambiado en la Venezuela de hoy. Casa por cárcel, pero nada más.

La oposición de antes, la de hace tres años, no es la misma de ahora y Leopoldo López tuvo mucho que ver en ello. Pero es una oposición que ya no se conforma con lo que le ofrece la Mesa de la Unidad Democrática, ni los partidos políticos. Es una oposición indignada, golpeada y sufrida, con lágrimas y sangre derramada en las calles. Ya no se trata de la libertad de uno o de varios que aun están presos, o de la de muchos que pudieran estarlo; sino de la todos. Es la libertad de un pueblo que se siente amenazado, porque ya ha visto lo que el régimen es capaz de hacer.

La oposición de estos últimos tres meses, la que se ha manifestado como un torrente volcánico, como una fuerza telúrica en las calles de Caracas y del interior del país, es una fuerza indetenible que, como Leopoldo López, hallará su libertad plena algún día.  

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