“Ya volvió el loco que ama”, se escuchó decir hace poco al pueblo, ante el retorno de Abdalá. Definitivamente veinte años de ausencia, por más que haya intentado vociferar desde afuera, fue una manera eficaz de matar al perro. De todas maneras, el pueblo no olvida la fuga con sacos de billetes, aunque hay que reconocer que, con su forma de ser, fue recordado por el pueblo, al que hizo reír con sus ocurrencias. Lógico, después de veinte años, el grupo etario que lo seguía, ha cambiado y ya son pocos los seguidores que aún continúan vitoreándolo.
“Ya se fue el loco que odia”, acaba de gritar el pueblo ecuatoriano, ante la huida, pretendiendo, aún al salir, seguir destruyendo lo poco que deja de Ecuador, el Ex Presidente Rafael Correa. Durante más de diez años se dedicó a insultar y a difamar a cuanta persona pudiese él pensar que sea un oponente potencial. Usurpó todas las funciones del Estado, se convirtió en un Dictadorzuelo, a base de amenazas, juicios (con todos los jueces a su favor), insultos, desmerecimientos, falsedades, mentiras (como la del Yasuní: lo preservo, lo exploto, juicios a las compañías, seguidos de devolución de multas -¿por coimas?- y nuevos contratos, etc., etc., etc.), y cuanto engaño fuese posible. Engañando a la persona de su partido, a la que entregó la posta. Pintando que dejaba un paraíso firmemente estructurado, y dejando en realidad, miseria y deudas prácticamente impagables.
Si las aseveraciones sobre los actos malos de ambos, son ciertas y se logran probar sus acciones, aunque en los juicios sean angelitos, el pueblo ecuatoriano está como Jesucristo: Crucificado entre dos ladrones, la diferencia es que uno de los dos ladrones que rodeaban a Cristo sí se arrepintió, y de los que rodean al pueblo ecuatoriano, ninguno de los dos ha demostrado en ningún momento arrepentimiento. Después de todo, Brasil ya confirmó la corrupción de Odebrecht, ordenando la prisión de Lula.
Es duro el panorama que le toca vivir a nuestro actual Presidente. Lo felicito por haber levantado la voz y advertir, pese a la prepotencia demostrada hasta la saciedad por el ex mandatario, de lo que ocurre realmente en Ecuador. Es necesario levantar la voz y defender al pueblo ecuatoriano. La primera medida urgente que debe tener, es la eliminación de la guardia paramilitar que se creó entre gallos y medianoche y que puede incluso atentar contra la vida del Presidente actual. El país no necesita guardias de choque, ni tampoco asesinos a sueldo como los Colectivos venezolanos.