La prepotencia es la característica de la persona que impone su poder o autoridad sobre los otros, para aprovecharse de ellos, sacar ventajas y ostentarlo. La prepotencia se asocia a la soberbia y a la arrogancia. El individuo prepotente tiene una excesiva valoración de sí mismo, es decir, se siente o se cree superior a los demás, por eso no duda en tratar de imponerse por la fuerza (física, o de cualquier índole) y pretende que los demás se sometan a su voluntad. Este tipo de comportamiento abusivo, es negativo en una sociedad que se respete. La persona prepotente requiere de un grupo de esbirros o seguidores que lo acoliten, para de esta forma convencer a los demás de aceptar al prepotente como líder.
El populismo, la simpatía, el espectáculo, el grito, la chabacanería, el insulto y más actuaciones similares, atraen la atención y provocan en el pueblo una sensación de euforia y alegría, que lleva a atraer votos, lo mismo que ocurre con las personas que son conocidas por pertenecer a la farándula, que logran votos, no por su conocimiento sino por su popularidad.
Lo hemos visto en varias ocasiones y en distintos países: Venezuela, con Chávez; Brasil, con Lula; Argentina, con Perón y luego con Kirchner; Ecuador, con Correa y anteriormente con Bucaram. ¿El denominador común? El circo. Esto ha permitido que se presenten algunas aberraciones: Hemos visto, por ejemplo, que Lula, con su popularidad, considera que no es delito el haber recibido coimas por pagar sobreprecios en obras en su país, y pretende ahora, pese a haber sido condenado a prisión, desde la cárcel, ser candidato nuevamente.
Se está viviendo en Latinoamérica un populismo peligroso, en el que, al alcanzar un 50,1% de la votación, se considera que ese 50,1% tiene patente de corso, es decir, puede decidir que, el delinquir, matar, robar y enriquecerse ilícitamente, es permitido. Ellos deciden por el 100% de la población. Nos estamos perdiendo en el maremágnum de la pillería. Los valores, los principios morales, han quedado a un lado. Ya no hay castigo al asesino, al asaltante, al ladrón, al corrupto. Más bien, hay que rendirles pleitesía. El 49,9% de la población, e incluso en algunos casos, la mayoría que puede haber sido disminuida por arreglos corruptos, no tienen derecho a nada. La imposición de la fuerza, como se ha visto y se está viendo en Venezuela, aunque sea asesinando, tiene la razón y vence. A Dios gracias, el referéndum venezolano, con más del 98% de los votos ha rechazado la Dictadura que vive su pueblo, y que ya ha cobrado varias vidas por la represión inmisericorde que soporta por un Gobierno que ya nada tiene de legítimo. El mundo tiene la obligación, si es que el Gobierno actual de Venezuela no se retira y huye, de tomar cartas en el asunto, y crear un juicio, en que se condene y se haga justicia, permitiendo la inmediata liberación de los presos políticos, el paso a elecciones libres y justas y un cambio de Gobierno inmediato para Venezuela. Ojalá que el mundo reaccione y libre a los valientes venezolanos, de la tiranía que viven.
José Fernando:
Me parece que has escrito sobre un tema candente, que tiene mucha actualidad. Por qué se dan estos casos con frecuencia en tantos países? Porque la gente no tiene conciencia de la dignidad humana, el tirano no sabe respetar a los demás y quiere imponer su voluntad. También, porque tanta gente ha relegado a Dios a un segundo o tercer lugar y se olvida que todos somos hijos de Él y que debemos amarnos los unos a los otros, a pesar de las diferencias que podamos tener.
Tienes toda la razón. Es una pena, pero la imposición por la fuerza se está volviendo la manera más práctica de Gobernar. El respeto, la moral, la decencia se han puesto a un lado.
El que tiene el poder hace y deshace. «Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé» Cambalache toma actualidad. Es una pena.. y desgraciadamente, ¡los buenos, callan!
Un abrazo
JFGR
Dr
. Gomez Rosales ; Se olvido mencionar Al difunto Leon FebresCordero y Alcalde Jaime Nebot