El país, con la aciaga entrada del Socialismo del Siglo XXI, empezó un plan de megalomanía, se hizo crecer al Estado, hasta límites insospechados, logrados solamente por la bonanza petrolera, que permitió, por varios años una recuperación económica, no vivida antes de este apogeo. Las vacas gordas se fueron y quedaron solamente las raquíticas, entonces comenzó el endeudamiento, a fin de poder sobrevivir en la crisis, sin tener que reducir el Estado, es decir, seguir despilfarrando, viviendo como millonarios y empezar a deberle a Raymundo y a todo el mundo, continuando la vida de millonario. Desgraciadamente, todas las deudas han de pagarse, y al dejar de soñar, es necesario, si tomas chocolate, pagar lo que debes.
A Dios gracias, la sensatez de nuestro Presidente, ha permitido que se dé cuenta de la “mesa servida” que le dejaron: La factura de la comilona. Ahora viene para él lo difícil: Una deuda casi impagable, unas promesas de campaña excesivamente sobredimensionadas y un gasto corriente, que ahoga al mejor plusmarquista mundial de natación.
Primero, lo primero, dice sabiamente Covey en “Los siete hábitos de las personas altamente eficaces.”, comencemos por sincerar las cuentas y reducir los gastos superfluos, cumplamos nuestras obligaciones, enderecemos el rumbo y vamos para adelante.
Entre los gastos nuevos, están, en primer término, los recién adquiridos. Entre gallos y medianoche, se aceptó formar un escuadrón paramilitar, similar a los Colectivos venezolanos, que tanto crimen han causado en Venezuela. Ecuador, gracias a Dios, tiene un grupo militar y policial no corrupto, no narco destruido, y no necesita para nada, de estas fuerzas, que allá sirven sólo para fomentar la delincuencia. Ellas deben desaparecer. Lo único que puede esa fuerza es, en algún momento, atentar contra la vida de nuestro actual presidente y provocar un caos mayor.
En segundo lugar, aunque debería ser el primero, dejar los gastos ostentosos, las prepotencias y gastos superfluos para satisfacer egos prepotentes. Sólo en gastos corrientes, sin contar prebendas, viáticos, viajes, etc., la guardia que se paga como séquito de la ex majestad del Ecuador, cuesta tres cuartos de millón de dólares al año. ¿Cuántas casas para los damnificados de Manabí, para la gente pobre del Ecuador, significa esto? ¿Quién es el pueblo ecuatoriano? Correa o nuestros ciudadanos? ¿Es lógico? ¿Es lícito que se gasten millones en destacar la prepotencia del ex magistrado, restando ayuda al pueblo?
Pongo solamente estos dos ejemplos de por dónde debe comenzar la austeridad, si queremos sacar adelante la economía del país. Que yo sepa en el Ecuador no hemos tenido nunca monarquías y me parece absurdo comenzar ahora, y en época de vacas flacas, a pagar y mantener, como lo hemos hecho durante el último período, el pago de élites aduladoras, de movilizaciones “populares” (a sanduche, cola y billete) y “protección” a la familia de ex dignatarios.