Primero
La II Guerra Mundial había estallado y las tropas alemanas avanzaban triunfales. La mayoría de países europeos estaban en serio peligro de ser invadidos por las tropas de Hitler. En el Reino Unido, el 11 de mayo de 1940 Wiston Churchill se posesionaba como Primer Ministro. Dos días después pronuncia su célebre discurso ante El Parlamento, en el que hace un llamado dramático a los ingleses y exalta el valor de los soldados.
El discurso de Churchill pasa a la historia por hacer célebre una frase que se atribuye a varios autores que habían pronunciado en varios momentos de la historia universal, entre otros, a Theodore Roosevelt:
“…Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: ‘No tengo nada más que ofrecer que sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas’. (La frase pasó a la historia sin la palabra “esfuerzo”).
Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis:
¿Cuál es nuestra política?. Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política.
Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración?. Puedo responder con una palabra:
Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza.
Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas”.
La grandeza de un estadista se refleja en su liderazgo, en su franqueza, coraje y valor, recordemos que las palabras guían y el ejemplo arrastra.
Segundo
Al médico griego Hipócrates (460 a.C.-370 a.C.) se le atribuye una teoría que catalogaba la personalidad de los individuos en cuatro estados (Teoría de los humores). Esta teoría mantiene que el cuerpo humano está compuesto de cuatro sustancias básicas, llamadas humores, cuyo equilibrio indica el estado de salud de la persona. Así, todas las enfermedades y discapacidades resultarían de un exceso o un déficit de alguno de estos cuatro humores. Estos fueron identificados como bilis negra, bilis, flema y sangre. Así, aquellos individuos con mucha sangre eran sociables, aquellos con mucha flema eran calmados, aquellos con mucha bilis eran coléricos, y aquellos con mucha bilis negra eran melancólicos. (Wikipedia).
Basándonos en esta teoría, sería obligatorio hacerle un examen médico completo a todo aspirante al solio presidencial, para no tener sorpresas y cuando sea tarde, lamentarnos por tener un gobernante, no sólo colérico sino corrupto.
Tercero
En las condiciones más duras, cuando la esperanza se derrumba, la fe y la voluntad desfallecen, no debemos darnos por vencidos, eso nos enseña el poeta argentino Pedro Bonifacio Palacio (1854-1917).
¡Piu Avanti!
No te des por vencido, ni aún vencido,
no te sientas esclavo, ni aún esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y acomete feroz, ya mal herido.
Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo,
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.
Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora…
¡Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!
En estos tres momentos de una tragedia, se ven reflejados: el liderazgo de un verdadero estadista, la salud del líder, especialmente mental y de perseverar y no darse por vencido.