Hemos visto y oído los maravillosos actos de la visita de nuestro Papa Francisco al vecino del norte y sus pedidos insistentes por la paz en Colombia. Las reflexiones del Papa son muy reales y el anhelo de la paz mundial es un imperativo para el mundo que nos está tocando vivir.
Lo que hace difícil que este anhelo se convierta en realidad, son los antecedentes. ¿Quiénes son las FARC? Un grupo paramilitar que ha asolado Colombia. Durante más de 50 años ellos se han dedicado al robo, al secuestro, al terrorismo, al asesinato, al cultivo, elaboración y al tráfico de drogas, a imponer, por medio del miedo y el terror su voluntad, a destruir el país y a saquear, reclutar niños y jóvenes, cobrar por protección contra ellos mismos. ¿Han laborado durante este tiempo en alguna otra cosa? ¿Qué conocimientos tienen? ¿Es factible que TODO este grupo armado, en realidad, entregue las armas y todos quieran volver a la vida civil, como ciudadanos honestos? ¿No será que lo que quieren es entrar en política para cambiar de profesión y seguir robando, siguiendo el exitoso ejemplo que han visto de ¡Alfaro Vive, Carajo!, en Ecuador? Estas son las dudas que tiene el pueblo colombiano! ¿Es factible la regeneración de un ser humano que ha estado acostumbrado a vivir de los otros por medio del terror y que llegue a tener arrepentimiento sincero y que cambie hacia el bien? ¡Difícil, pero no imposible! ¡Para Dios no existen los imposibles!
Como muy bien lo dijo nuestro Papa, “¡La reconciliación, no es una palabra abstracta! Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que alguno se anime a dar el primer paso, sin esperar a que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza y cada uno de nosotros puede ser esa persona! Esto NO significa desconocer o disimular las diferencias, no es legitimar las injusticias personales, o estructurales. Esto no puede y no debe servir para acomodarse a situaciones de injusticia, más bien, como ha enseñado San Juan Pablo II, es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo, a renunciar a los intentos de falsa justicia. Es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos que conducen a instaurar una convivencia fundada en el respeto de cada individuo y los valores propios de la sociedad civil. Reconciliarse es abrir una puerta a todas las personas que han vivido la dramática realidad de un conflicto. ¡Hay que combinar justicia con bondad! ¡Todo esfuerzo de paz, sin un compromiso sincero de reconciliación, siempre será un fracaso! Hay que decir SÍ como María, a la historia completa, no a una parte. Hay que, como José, dejar a un lado, pasiones y orgullo y como Jesucristo, hacernos cargo, asumir, abrazar esa historia. Ahí está lo que somos y lo que Dios puede hacer con nosotros.”
“¡La verdadera justicia, la justicia de Dios, es el perdón!”
Que Dios nos ayude, que el arrepentimiento sea sincero y que Colombia recupere la paz. ¡Gracias Papa Francisco!
Indudablemente, la visita del Papa Francisco a Colombia ha sido todo un acontecimiento. Ojalá lo hayan escuchado todos, especialmente, los ex-integrantes de las FARC. Como tú dices, si uno de estos se arrepiente y acoge lo que el Papa ha expresado, será un paso adelante. Esperemos que en muchos de ellos tenga eco su mensaje.
Muchas gracias, Armando. Ojalá la paz se haga realidad!