21 noviembre, 2024

En Paz

¿Por qué sufre el ser humano? ¡Por la incomprensión! No por la incomprensión de los demás, por la incomprensión de los amigos, porque las cosas no salen como uno quisiera, ¡el hombre sufre por la incomprensión de sí mismo! Hay un precioso verso de Julio Flores, que se titula: “¡En Paz!” que me permito copiar: “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste, ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida. Porque veo al final de mi rudo camino que YO FUI EL ARQUITECTO DE MI PROPIO DESTINO, que si extraje la hiel, o la miel de las cosas, fue porque en ella puse hiel, o mieles sabrosas, cuando planté rosales, ¡coseché siempre rosas! ¡Cierto!, a mis lozanías va a seguir el invierno, más tú no me dijiste que Mayo fuese eterno, hallé sin duda largas las horas de mis penas, mas no me prometiste tan sólo noches buenas, ¡y en cambio tuve algunas santamente serenas! Amé, fui amado, el sol acarició mi faz, ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”

Cuando vinimos al mundo, vinimos desnudos, no trajimos nada, quizás vinimos con un barril de ilusiones, pero ni eso es seguro que nos hayan permitido pasar. Llegamos, y en nuestro egoísmo empezamos a acaparar todo lo que nos parecía agradable, comenzando por el cariño de nuestra madre, de nuestro padre y fuimos recogiendo el cariño que gentilmente nos ofrecían nuestros hermanos, abuelos, tíos y la familia, luego los amigos y después, deslumbrados por las cosas materiales, fuimos poco a poco poseyendo, generalmente en forma egoísta, los juguetes y luego, otras cosas. Fuimos poseyendo, o más correctamente dicho, fuimos siendo poseídos por las cosas, por lo material, por el mundo.

¡Esta es la realidad! Y aquí comienza el problema, dependemos tanto de las posesiones, que eso mismo nos impide disfrutar de ellas. El temor a perderlas, nos impide la felicidad de disfrutarlas.

Yo tuve la suerte de tener cáncer de estómago y en un momento crucial de mi vida, cuando mi esposa sufría con las metástasis de su cáncer de seno y en primera instancia, resolví callarlo y no tratarlo. Hablo de la suerte de haber tenido cáncer, pues esa experiencia me sirvió para aprender a vivir. Me ayudó a comprender que yo era “el arquitecto de mi propio destino” y me permitió asimilar el verdadero sentido de la vida. No conozco de nadie que haya vivido eternamente, ni conozco de nadie que al morir, haya podido llevarse algo (excepto quizás, los recuerdos). Desnudos vinimos y desnudos nos iremos.

Otra realidad, dura, pero cierta, que tenemos que aceptar, es que, unos más, otros menos, todos cometemos faltas y herimos, incluso muchas veces a los que más amamos. El ser humano es complejo y el egoísmo, la indiferencia, el no pensar, o el no reflexionar, nos conduce muchas veces por el sendero equivocado. Ya no hay tiempo para enderezar, y debemos seguir el camino. No podemos detenernos a sufrir por lo que hicimos, lo cual tampoco tiene sentido. En nuestro interior guardamos nuestro arrepentimiento, y la vida sigue.

¡Debemos aprender a vivir! El desapego, el disfrutar mientras lo tenemos y dejarlo ir, con paz espiritual y amor, es el camino de la verdadera paz y felicidad en el mundo.

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