Los asesores recomendaron no debatir y el candidato asintió. La mediocridad no fue impedimento para concluir que no debía exponerse al candidato superior, más aún cuando para vencer, corrupción aparte, era necesario driblar la incontestable realidad de una corrupta revolución de ínfimos resultados a pesar de los grandes recursos de los que dispuso. Las promesas de campaña fueron coyunturales. Así ganó Lenín. Sin embargo, ahora mandatario, se confirma lo que previamente se conocía. La ambigüedad del mensaje, el doble discurso, la insustentabilidad de los nombramientos y la ausencia de tesis de Estado corroboran la carencia de cuando menos sutiles destellos de prestancia gubernamental. En definitiva, donde los asesores proponen, el mandatario solo dispone; demasiado cálculo político para un pobre planteamiento de preguntas para una consulta popular.
Su alto nivel de aceptación proporcionará una victoria electoral para el mandatario, no así para el Ecuador. La consulta lo afianzará y su popularidad crecerá aún más, pero sin políticas económicas de mercado y una generalizada reestructuración del Estado-Gobierno poco será lo que pueda producir Lenín. La caída de Glas, por demás justificada aunque tardía, evidencia el mayor peso de la opinión pública sobre la írrita institucionalidad de PAIS. Réquiem por un país dirigido por ineptos, manipulado por incalificables, y un destino marcado por carencias institucionales, una justicia obtusamente inclinada con el poder, la incertidumbre política y la penuria económica.