21 noviembre, 2024

Escuelas públicas vs privadas

El rumbo del país está marcado en gran medida por la educación, paradigma vinculante de medición del grado de prosperidad de una sociedad libre. Las sociedades totalitarias, en cambio, pueden ser medibles por sus niveles de pobreza.

Las mejores escuelas están generalmente en el sector privado, compiten arduamente entre sí para producir la mejor relación costo-beneficio que les permita: desarrollarse en un mercado gravemente afectado por distorsiones de índole política, crecer académicamente, generar empleo y riqueza, y permanecer a la varguardia del sistema a lo largo del tiempo. Las dificultades del propio mercado y el entorno regulatorio marcan decididamente la más compleja barrera de entrada a nuevos jugadores, afectando directamente la competitividad dentro de la industria de la enseñanza.

El Estado por esencia no es competidor y por naturaleza propia es además ineficiente. Las escuelas públicas ni siquiera logran competir de igual manera entre ellas, mucho menos con las del sistema privado. Solo la competencia leal logra mayores niveles de eficiencia y productividad.

Si el Estado no puede efectivamente conducir el sistema educativo público, ¿por qué no incentivar al sistema privado para que con créditos y alicientes tributarios pueda llegar a otros segmentos de la población? Si el Estado pensase que sus políticas son suficientes para vencer al subdesarrollo educativo habría entonces que preguntarles a sus respectivos funcionarios dónde estudian sus hijos. La respuesta delataría una realidad incontestable.

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Realmente son muchos y en todos los campos si eso del cambio por el cambio resulta a la final un acierto. Vano tratar de enumerarlos y para eso recomiendo a Fernando Alvarado hacer una recopilación de las sabatinas, las cuñas televisivas y radiales, las cadenas que irrumpen los noticieros o los informes de los lunes. Los críticos lo somos porque nos asusta la gran avalancha de innovaciones, la asfixia informativa, el vértigo de pasiones y el rumbo incierto de hacia dónde supuestamente vamos. No alcanzamos a seguir las reformas y sus centenares de reglamentos, la profanidad del gasto público, el acaparamiento de poderes. La llamada oposición no ha logrado frenar o modificar una sola acción de gobierno porque son ideas firmes y unidireccionales. Una carretera sin espacios de retorno y a velocidades máximas liberada de radares. Cinco años de mano dura y sigue tan campante como el Johnny Negro porque el rojo quedó para el pasado. El precio del petróleo lo permite. Los edificios público son ahora monumentos de grandeza como en el medioevo lo fueron las catedrales.

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