Nos importa todavía hoy, acercarnos a los orígenes y repensar por revaloración, ahora en este siglo XXI de la vinculación globalizadora de todos los mercados, la validez del destino del Superhombre de Nietzsche. Sí, ahora, en estos momentos de una arrolladora masificación socio cultural. De pérdida, incluso, cada instante con más fuerza, de la personalidad del individuo, De subsistir en una simulación falsa de la vida que aleja a cada quien, peligrosamente, del encuentro en vivo con su identidad, con el riesgo de ser cosificado.
¿Resulta o no reconfortante, entonces, recabar una o algunas respuestas de la interrogante del humano a sí mismo, ante su posible mutación en algo superior, que trascienda las limitaciones de su vulgar especie zoológica? Es, sobre todo, una toma de consciencia respecto a ser uno no igual a los otros y reconocerse como único. Comprender esta diferenciación es que, quizás, inspira, con mucho apasionamiento, la lucha por el cambio, la transformación, la metamorfosis en cuanto a objetivo de ser superior. ¿Superior? Alguien con prominentes valores, capaz de sobre dimensionarse, sin esquivar, la huella primordial de la tierra. Pues se trata de no huir de sí. O, mejor expresado, saber sufrir, los embates de tener que vivir, en realización continua, “más allá del bien y del mal”. O sea, saber amar…
Sí. El amor que llega por la fraternidad, por la solidaridad en la permanente lucha libertaria. Diferente, claro está, al que brota de los devaneos sentimentales, no ajenos a los abismales y desesperados vacíos desde la soledad. Hay que comprender, entonces, que el hombre, en el camino de su transformación, está obligado a no seguir mendigando,
lejos de su realidad, una “vida” que emerge de las sombras erráticas de la muerte… “Amo, insiste Nietszche por boca de Zaratustra, a los que no buscan detrás de las estrellas una razón para perecer y ofrecerse en sacrificio… ¿O hay que volver a la bestia antes que superar al hombre?”. En Nietzsche semejante decisión es algo terrible. “Una irrisión, una dolorosa vergüenza”. ¿En donde está, entonces, la razón para que el hombre, tal cual ha pretendido tantas veces, pueda reconocerse hito a la vista de todos, sobre todos en una sociedad en donde el mérito reside en saber aceitar, diariamente, las bisagras de las rodillas?
Hay que tener la valentía suficiente de aceptar “conocerse a sí mismo”, aun desgarrándose internamente. ¿La única recompensa por aceptar la vida?. Subir. Escalar. Corregirse. Casi lacerarse sin cesar. Crítica de auto disciplina a fondo. Todo, hacia los nuevos saberes, la nueva moral, la nueva estética. Decir no! al bloqueo de la permanencia como ser anónimo, al que ha sido obligado hasta ahora, es algo así, como el inicio de la lucha por su liberación. Una nueva tabla de valores debe trastrocar la tradicional en vigencia. ¿Cómo un humano dispuesto a superar una existencia hasta aquí solo expresión del zoo, podría responder, con magnánima grandeza, con la vigencia de los códigos que la han detenido en su proyección?
Por eso la ARISTOCRACIA DEL ESPÍRITU prima, aunque mal vista por la mediocridad infantil no superada, en el superhombre. Pero no como vanidad. Más bien es la valoración real, ya no simulada, del ser que, aunque condicionado en su biología, proyecta una diferente manera de comprenderla, aceptarla y realizarla en coherencia social. Una serie de abstracciones, mal comprendidas, mal promovidas, mal proyectadas sea familia, estado, sociedad, amistad han condicionado, negativamente, la aparición del hombre superior. Solo han demostrado y demuestran en su accionar la desvaloración de la vida, al hacer del hombre una simple simulación de sí, para sí y para los otros. Es el nihilismo en vivo de una sociedad en que la reproducción de sus objetivos, metas o propuestas no pasa de ser degradaciones cíclicas, de un inhumanismo abiertamente cínico.
Lo primordial para el hombre superior es salir de esta opresión. Opresión ideológica, moral, espiritual. Hay que dar pie al establecimiento de otros valores que den, en su vigencia, un verdadero valor a la vida. Entra en juego, por lo tanto, la consciencia positiva de la vida. El Superhombre está dispuesto a ir más allá del simple existir, hasta hoy empujado por el instinto de la supervivencia de la especie. Aquí el zoo da paso al individuo cognoscente. Al criterio y la coherencia sobre la irracionalidad. El Superhombre, desnudo en su corporeidad existencial, margina a Dios de sí (pues no lo necesita), e interpreta en su razón de ser, la versión genuina de su superioridad ante lo humano. ¿Es que ha muerto Dios? EN TODO CASO, HA NACIDO EL SUPER HOMBRE! ⊗
PPPPPPPUUUUUUUUFFFFFFFFFFFFFFF…….. ME ESTAS OBLIGANDO A ABRIR NUEVAMENTE LAS PÁGINAS DE UNA LIGERA BIOGRAFÍA SOBRE NIETZSCHE QUE LA COMENCE A LEER Y LA CERÉ…. «TOO MUCH….WAY..WAY TOO MUCH TO ….??????…… DE TODAS MANERA Y RELEYENDO TU ESCRITO ES UN ANÁLICIS MUY PROFUNDO A LA REALIDAD HUMANA EN ESTOS TIEMPOS DE POLITIQUERÍA BARATA Y DE NO SABER QUIENES EN SI SOMOS….EL «ZOO»…HAMBRIENTO Y ÁVIDO DE ENRIQUECERSE A COMO DE LUGAR Y SIN EL MÁS MÍNIMO RESQUICIO DE VERGÜENZA…. O ES LA MISMA VERGÜENZA…PERO AQUELLA QUE RIGE A LOS HOMBRES BUENOS QUE, NO TEMEROSOS POR MIEDO SINO POR NO PECAR….DÉCELES EL SIGNIFICADO AL PECADO COMO SE LO INTERPRETE Y EN SU DEBIDA DIMENSIÓN Y ESPACIO….. UN FRATERNAL ABRAZO…MI QUERIDO MARCO….. EXCELENTE ANÁLISIS….