Con un saludo especial a Jaime Villa, el hombre artista singular – quien me solicitó le presentara su última exposición en el Centro de Arte de la Ciudad.
Pedido que acepté, como un gran honor a mi persona, hablar de un artista de su talla excepcional, transeúnte de galerías nacionales e internacionales del mundo.
Además, porque, conozco a este hombre artista por más de medio siglo, asistiendo, admirando y comentando sus creaciones.
Creo haberle seguido los pasos, con el hombre de mi vida, hasta haber juntos adquirido el hermoso cuadro- de la niña, con esos enigmáticos ojos negros, con flores entre sus brazos; cuadro que aún está en el mismo lugar de la Sala de nuestra casa, donde entonces lo colgamos.
Como recorrer con unción, las paredes de las casas de mis hijos -de una de ellas y su esposo con muchos cuadros de Villa: de los multicolores indigenistas, costumbristas, entre las sombras de su enigmático azul, hasta el plasmado en otros tonos casi reales, como El hombre, la balsa y el río. O en casa de otra de mis hijos, los cuadros de esos rostros de niños de ojos singulares de presencia inocente.
En busca más de su creación, recurrí a uno de sus álbumes publicado en el 2009 por la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, en la Dirección de esa mujer extraordinaria Rosa Amelia Alvarado y al abrirlo me encontré la dedicatoria, eternamente sentimental para mí; que dice -Para don Manuel y doña Lily. Con afecto especial-Jaime Villa…
Y entonces, esperanzada en acertar, hice la evocación, en síntesis, de su obra -cada vez más grande y excepcional- porque lleva el sello del luchador de una batalla de su vida, en la que desafía al destino, poniendo como siempre, toda el alma en sus pinceles,
Y yo, testimoniando para reafirmar lo que dije de su pintura alguna vez y que aún es presente.
-La pintura de Jaime Villa, de colorido iconoclasta, imposible de encasillarla en tendencias o escuelas. De una explosión de colores, entre estallidos de rojos profundos, verdes y azules indescriptibles; evidenciando la fuerza y la ternura de un hombre que perdurará siempre. Señalando a gritos, en todos sus cuadros, las raíces interculturales de nuestro ancestro ecuatoriano. Y es que entre montañas ríos y mar de sus cuadros, siempre vibra el hombre nuestro, igual que todos los hombres del mundo, que no deben perecer jamás.
Mensajes de humanismo auténtico, los de Villa, como el de todos los artistas que asientan su pincel en la filosofía humana.
Y entonces, hay un nuevo grito universal del presente, que debemos tomarlo en cuenta, en sus últimos cuadros- (temperas, remarcados sus perfiles en blanco) y que son un llamado al hombre de este planeta: a mirar la belleza de la naturaleza; esta naturaleza del mundo, que la estamos exterminando. Es un llamado a gritos por salvarla, en sus nuevos cuadros, como el Titulado Qué bella naturaleza y otro llamado El tierno y dulce, abrazo de la inocencia y la naturaleza (de 2014), que son en el presente –grito de un realismo trágico- para conmover la conciencia humana a preservar: árboles, plantas flores, pájaros, mariposas, etc., que viven entre los bosques, ríos y montañas del cosmo…
Y no dije más por ese día, agradeciendo, el privilegio que se me había concedido para que en ese templo de la cultura del teatro Centro de Arte formado por mujeres, del que también soy parte; hable de este gran artista -Yo como congénere del binomio humano, real y también necesario para la subsistencia del planeta tierra.
Rindiiéndole así un tributo especial al artista Jaime Villa, luchador en la batalla de la vida; con los deseos porque siga enhiesto con su pincel en ristre -desde su silla de ruedas- ¡Por la paz del mundo!
Bueno por Villa, cuánto me alegro que siga trabajando y atrapando con asombrosas pinceladas( como en el abstracto que aquí se presenta) tan monocromático y sin embargo de una perfecta armonía asimétrica en su diseño. Bueno por el arte que siempre gana cuando es genuino.