Caen las horas así como caen todos los días en las noches y caen las noches en las mañanas. Sé que cuando caiga ya no volveré a levantarme. Eso espero: esa es la no esperanza. Encerrado en la habitación sin sol ni sombras ni dolor ni alegrías estamos Phillips Glass y yo. Lo he invitado a escuchar mis poemas y él me ha invitado a escuchar su música. Sin recibir invitación está el lobo, el ángel, la manzana, Medusa y el fauno de los conflictos. Todos desnudos como recién nacidos. Leo mi Poema uno: metamorphosis y Phillips, “como me gusta que me llamen”, empieza a tocar. Mientras la melodía suena, el fauno baila con Medusa la de la cabeza de serpientes despertando deseos del fuego por el racimo de uvas que comen los condenados a curar la Iracundia del viento que revienta las olas sobre el mar de las prisiones. En metamorfosis soy un títere que se sabe esclavo de mi pasión por poseerte manzana maldita; manzana podrida sin otra posibilidad de ser y una y otra vez la manzana de la idiotez.
El lobo me entierra un tenedor por el oído izquierdo y me arranca la oreja que ahora sirve de bocado para la trompa recién abierta del cocodrilo que solito se ha invitado y que ahora amenaza con comerse a Phillips y dejarnos sin concierto. El cocodrilo me pide que lea un nuevo poema, mientras Phillips descansa sin notar el espectáculo triste de los concurrentes. Leo: » la soledad me ha devorado la piel y ahora sólo me quedan los huesos y los ofrezco para que construyan un sitio para quienes han sido destruidos por las mentiras y las ilusiones». Philips vuelve a tocar. Todos los demonios se juntan y se van transformando en flores que caen del cielo que escucha nuestras angustias. Flores para los sucios, laureles para los amargados, tulipanes para los que no pueden respirar porque ya no hay aire libre que los eleve más allá de la soledad.
La música de Glass es desinteresada. Es mi propia historia de pez espada y escorpiones. Miles de flores han caído de los árboles y se han alineado unas detrás de otras para cantarle a Phillips Glass porque las ha dibujado tan bonito en su música. Se aproximan gratis a los hombres y mujeres para que las lleven y se llenen de aromas y fragancias y también del gusto por vivir y sobrevivir. Ahora el fauno haciendo faunitos con la Medusa, el ángel reconciliado con el lobo y yo simplemente escuchando a Phillips y descubrir que estando vivo puedo sentarme a escuchar y vivir. Gracias Phillip Glass.