Desde el comienzo del ciclo de gobiernos chavistas en el año 1999, son muchos los secretos que se han quedado guardados en la memoria de un proceso revolucionario de mentira, que ha pasado de padres a hijos como si de una corona hereditaria se tratara. Pero con la corona, venia también la caja de Pandora.
De entre los representantes y dirigentes del régimen que han caído en desgracia hasta ahora, la figura de Rafael Ramírez es, sin duda, la más descollante de todas. Y no nos referimos necesariamente a la trascendencia de las responsabilidades que le fueron encomendadas, ni a la jerarquía de los altos cargos ejercidos como Presidente de PDVSA, Ministro de Petróleo y Minas o Representante Permanente de Venezuela en la ONU, sino más bien al de haber sido uno de los privilegiados, en su momento, en pertenecer al círculo más íntimo de Chávez, donde solo algunos escogidos pudieron entrar; entre otros, el hoy presidente Nicolás Maduro.
Esa particularidad hace del denominado Zar del petróleo una voz disidente de capital importancia, quizás la más relevante que se ha levantado en contra del actual gobierno, por tener información privilegiada, que le hace poseedor de secretos y vivencias escondidas que solo algunos, muy pocos y selectos, pueden compartir. Ninguno, de los funcionarios, asesores o aliados del gobierno venezolano, fuera de Venezuela, presos o no, que han venido colaborando hasta ahora con las autoridades norteamericanas, suministrando información sobre sus actividades dentro del régimen y las relaciones con terceros investigados, conoce tanto y tan variado como Ramírez, lo que lo convierte, igualmente, en un potencial delator de secretos, en caso de ser necesario, muy peligroso para Maduro y el resto de la plana mayor gubernamental, tengan o no funciones formalmente establecidas.
Haber estado al frente de la industria petrolera por más de una década, doce como ministro y diez como titular máximo de PDVSA, algo así como pagar y darse el vuelto, convierte a Ramírez en algo más que un testigo de excepción, dado su protagonismo y coparticipación en muchas de las políticas que se tomaron durante los gobiernos de Chávez y que convirtieron a la matriz petrolera venezolana y a sus filiales en la caja chica de la revolución socialista del siglo XXI. Los intríngulis de muchas de esas decisiones y sus finalidades auténticas, de la manera en cómo se ejecutaron y buena parte de sus detalles deben ser bien conocidos por Rafael Ramírez, quien por medio de PDVSA ayudó a financiar muchos de los proyectos políticos del chavismo, tanto dentro de Venezuela como fuera de élla. En este último ámbito, el internacional, el caso Antonini Wilson con el famoso maletín de los 800 mil dólares, decomisado en la Argentina, y llevado en un vuelo privado por funcionarios venezolanos entre los que se encontraba el vicepresidente de PDVSA, para supuestamente financiar la campaña electoral de Cristian Kirchner, algo que nunca fue reconocido oficialmente por las autoridades venezolanas, aún es recordado por sus implicaciones políticas.
Si la caja de Pandora encerraba todos los males del mundo, la de Ramírez guarda todos los males del chavismo y, posiblemente, algunos otros que nos sorprenderían por igual. Algunas gotitas del veneno que contiene, ya han sido soltadas por el expresidente de PDVSA, en su artículo con título literario. de diciembre pasado, “Los ojos de los enterrados”, al anunciar que puede revelar la identidad de los capitales que compraron algunos medios impresos venezolanos que ya no critican al gobierno, o que él fue una de las cuatro personas llamadas por Chávez antes de morir y que algún día se sabrá toda la verdad.
Hasta ahora, la caja no ha sido abierta y aunque Ramírez amenace con hacerlo, no creemos que se atreva, pues será moneda de cambio para llegar a un arreglo que lo libre de la investigación iniciada por la fiscalía venezolana y le garantice a ambas partes, gobierno y Ramírez, un pacto de no agresión. Para ello, Ramírez deberá de no ser indiscreto con algunos de los secretitos que atesora, pero principalmente y quizás lo más importante, contener su iniciativa candidatural a la presidencia de Venezuela, así como no seguir criticando, por haberse apartado de su legado, del que él dice ser su más fiel intérprete, a un Maduro que se viene anunciando desde hace tiempo como el auténtico hijo de Chávez.
Además, a la hora de las chiquitas, todos los revolucionarios que se tienen por tales, son hijos de Chávez, por lo que Ramírez no es el único de la familia al que le quedó como legado una caja de Pandora o, al menos, una cajita.