21 noviembre, 2024

Me siento feliz!

(Viva la esperanza)

Si, me siento feliz, en este inicio del año 2018, al que he calificado como el “año de la esperanza”.

Al año 2017, nos lo ha recordado el Diario El Universo, en sus publicaciones del lunes 1ero de Enero del 2018, como un año y una década de horror, de terror y de la ineficiencia administrativa, jurídica, económica: de fallidos negocios petroleros internacionales, de procesamientos y sentenciamientos penales a periodistas, por sus opiniones y/o denuncias de negocios irregulares del Estado con empresas extranjeras. Una década con excesiva tributación a las empresas privadas y de impuestos exagerados a la importación de productos, necesarios para el desarrollo y funcionamiento del sector industrial, de la construcción, de la agricultura. De falta de control de enfermedades al sector ganadero; de bajo o nulo crecimiento económico del país, etc..

Salvando un corto “diálogo” de sordos, que entusiasmó a los sectores productivos de todos las áreas económicas, grandes, medianas y pequeñas, que no se reflejo en la Ley de Reactivación económica, ni en el Presupuesto General del Estado ecuatoriano y por supuesto, el Referendum/Plebiscito/Consulta Popular del 4 de febrero del presente año 2018.

Lamentando como ecuatoriano, que tengamos un Vicepresidente sin funciones, sentenciado penalmente junto con unos cuantos aliados y cognados, por solicitar y recibir coimas elevados a/de la empresa brasileña ODEBRECHT, para el favorecimiento de Obras Públicas en los sectores hidroeléctricos y estratégicos.

Repotenciaciones y construcción de refinerías, -que no se construyeron- o se repararon mal, con sobreprecios impresionantes que fueron a bolsillos privados y de negociaciones petroleras con países asiáticos, imposibles de cumplir, contratadas a corto y mediano plazo, con altos intereses, con bajos precios, garantizada y/o pagada con la entrega de millones de barriles de petróleo hasta el año 2024, que no alcanza, tal producción, para pagar tal endeudamiento negociado.

De alineamientos, en materia internacional, con países “amigos”, de corte comunista, que nos distanciaron torpemente, del gigante norteamericano, que por poco sufrimos la eliminación de las Preferencias arancelarias que nos conceden a cerca de 1000 productos de exportación, que nos hubiera significado ser, un país NO competitivo, frente a nuestros vecinos, otros países latinoamericanos y algunos paises de Africa y del Caribe.

Una excepción, a esta década de malas transacciones, la constituye, la firma del Convenio Múltiple Recíproco, con la Unión Europea, mediante el cual, logramos beneficios para ciertos productos artesanales e industriales, pero, un tanto más favorable para los europeos que nos envían, desgravados progresivamente, vehículos, maquinarias y productos industrializados, que posiblemente utilizan nuestra materia prima, -banano, cacao, flores y lácteos- que exportamos a ese megamercado.

Volviendo al tema de esta carta, me siento feliz de ser ecuatoriano y particularmente guayaquileño, con ancestros y parentesco en las principales provincias de mi patria.

Me siento feliz, por el retorno del (de los) hijo(s) pródigos, que fueron recibidos con beneplácito y júbilo por parte de su(s) padre(s) y familiares.

Me siento feliz, por los liberados de las cárceles que cumplieron prisión por culpa de terceros.

Me siento feliz por la próxima realización de la Consulta al pueblo soberano, sobre temas de mucho interes nacional, para rescatar la democracia perdida, la década gastada y el control del gasto público, y sobre todo de la moralidad y de la honorabilidad perdida, en muchos de los más Altos Funcionarios del Estado y miembros de las funciones de Control jurídico, económico y social del país.

Me siento feliz, por el iniciamiento e investigación de otros delitos de corrupción vinculados con la empresa Odebrecht, de quienes teniendo la obligación moral y legal de impedirlos, no lo impidieron.

Me siento feliz, por cuanto espero, que no se repitan este año, aquellos aspectos negativos que el Diario El Universo nos ilustra con objetividad y certeza en sus ediciones especiales del 1ero de enero del 2018, en lo político, económico, social, telúrico, climático y deportivo que nos dejo el 2017.

Me siento feliz, por la integración nacional de España, como una Nación Única, con Autonomías Regionales, que se gobiernan por sí mismas, sin Secesión territorial.

Me siento feliz, por la paz de pueblos y naciones, que se mantuvieron en guerra casi una década, con la destrucción material de grandes ciudades que sucumbieron por efecto de las Bombas.

Me siento feliz, porque espero, que definitivamente cesarán los fenómenos naturales suscitados durante la década que terminó el 31 de Diciembre del 2017.

Me siento feliz de tener la familia que tengo, propia y adquirida a traves de mi lazo matrimonial y el de mis hijos; feliz por la unión entre nosotros y ellos; feliz por los bienes adquiridos durante mi vida que no son más que los necesarios para tener una vida digna; feliz por mi circunstancia de jubilado, que me permite tener más tiempo para borronear estas Cartas que escribo, y poder disfrutar con mi esposa, del tiempo de nuestros hijos, hijos políticos y nietos, y demás familiares y amigos.

Feliz por profesar la Religión Católica, que profeso, que me la indujeron mis padres, y me la reafirmaron mis abuelos y bisabuelos, que me permite acercarme más a Dios, a su hijo Jesucristo, a sus padres adoptivos y al Espíritu Santo, que nos conduzca finalmente a sentarnos también, a la diestra del Padre.

Feliz, de haber recibido la educación, que me financieron mis padres, en lla escuela (IPAC), y en el Colegio (JAVIER), y la recibida en la Universidad.

Feliz de haber cumplido muchas metas que me propuse a lo largo de mi vida y otras que espero cumplir en los próximos años; feliz de creer en mi y de tener la personalidad que tengo, de observar, conversar y escuchar, de servir, de soñar y de socializar.

Feliz de respetar a quienes comparten y no comparten, mis ideas, pensamientos y acciones; feliz de amar a mis semejantes y de ser capaz de perdonar a quienes me ofendieron y/u ofendieron a mis familiares.

Sin embargo de esta felicidad que siento, siento también el deber de pedir perdón por mis errores, posiblemente de buena fe, y por mis pecados.

Y, por supuesto, no lamentar, por no ser más y no haber realizado más, de lo que soy e hice en la vida, aún cuando siempre me sentí un idealista.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×