No es que ahora se descubre, ni que no se denuncia o no se hace nada por los niños víctimas de los seres semianimales que violan su sexo para su satisfacción.
Y a tal nivel de abyección llegan, que, si la víctima es muy pequeña, no dice nada a nadie y solo sufre el dolor físico y el terror que se convierten luego en traumas en su vida.
Y si es un poco crecida, calla ante la amenaza del monstruo -de matar a su madre si grita o lo cuenta- hasta matarla a ella misma y tantas otras amenazas cobardes de intimidación.
Por lo que siempre habrá una víctima y el criminal que merece doble castigo: sea un hombre de la calle, un conocido, pariente o aquel sacrílego de la profesión de maestro, o sacerdote- que cual vil pederasta la viola y la mancilla.
Por eso: padres, madres, hermanos, maestros, protejan a los niños; desde al bebé con su niñera, al niño con su chofer, familiares, conocidos o parientes, viles criminales que los mancillan en las escuelas, jardines, iglesias, parques de recreación pública de barrios ricos o no ricos; en la oscuridad de los cines y sus baños, etc., etc.
Y al niño, enseñarles cómo defenderse y a gritar alertando el crimen.
Por otro lado, hablemos de la protección legal que cada estado debe dar al niño, no solo como derecho humano, sino sobre todo en la jurisprudencia nacional de cada estado, sentada en la carta internacional a que “los estados partes se comprometen a proteger al niño contra todas las formas de explotación y abusos sexuales”.
Y entonces surge el compromiso jurídico de las instituciones públicas de la nación para juzgar a los criminales sexuales.
Hay en la legislación ecuatoriana medidas de protección, pero deben ser revisadas y sobre todo aplicadas, con rigor al ofensor que, dentro de los cánones legales es un criminal y como tal, aplicarle la justicia civil del estado. Y si hay que endurecer la ley, este es momento de hacerlo; sin distingos ni prebenda alguna, así el criminal sea pariente de jerarcas gubernamentales -a los que incluso los dejan huir- Y sin perdón alguno -o así lo pida el Papa-.
¡Pena de muerte para el criminal! dicen por ahí.
No estoy de acuerdo de librarlo, con la muerte, del castigo carcelario. ¡Deben sufrir en vida su crimen!…
Respecto a este tema traigo a mi memoria un poema escrito por Ixora Zambrano, en su libro Amelos publicado hace casi cuatro décads-1980 Año Internacional del niño – del que fui Presidenta Alt. Y que he solicitado a su autora licencia para publicar un fragmento de él, titulado Aullemos a dolor (pág. 143) que, en su lenguaje poético muy singular, grita adolorida por los niños ultrajados…
(Será publicado en la siguiente entrega)