Correa está usando la hueva-bada que le está cayendo encima para cubrir la denuncia hecha por diario Expreso, de los $2500 millones de dólares que se han perdido en la construcción de la planta de derivados de petróleo El Aromo en Manabí. Así los huevos le cayeron del cielo. Lo que empezó, sin duda, como una muestra de rechazo y repudio a él, a su propuesta del NO y su victimización hipócrita, se ha convertido en una hábil maniobra para desviar la atención y no responder, como tiene que ser, por los terribles delitos de corrupción cometidos en su gobierno. Prefiere el escándalo de los huevos que se revientan en su frente y cabeza de papel cometa y no responder debidamente por los actos delictivos cometidos por Glas, sentenciado a seis años de prisión en la trama de Odebrecht y tantos otros bullicios que sacuden al país y de los cuales se hace el desatendido y no asume su responsabilidad ante tantos ilícitos que nos avergüenzan y horrorizan.
En las entrevistas que concede o en su perifoneo trepado en su huevo-móvil lo único que se ofrecen decir es: ”los huevos”. No dice nada más. Su mayor conflicto es que no se ha actualizado ni se ha reinventado. Está estancado, congelado en el tiempo, se ha convertido en un recuerdo, asumiendo el papel que mejor le queda: de héroe. Un día pone el pecho ante las balas y ahora se cubre con un paraguas para que los huevos no lo hagan tortilla. Es hábil y sabe bien que ante los escándalos de corrupción no tiene nada que explicar. Es un condenado; tal como Sisifo en la tragedia griega, condenado a cargar la piedra hasta la cima y verla rodar al piso y de nuevo tratar de llevarla a la cima. Repite su tragedia de estar convertido en una estatua de sal que mira el pasado. Todo lo que diga o mencione no alcanza a cubrir los escándalos de corrupción. Lo único que puede es victimarse haciendo el ridículo, viendo caerle los huevos mientras ve morir toda su causa: sin poder, sin adeptos, sin PAIS del cual hasta ya se desafilio. Ni la sede le dejaron.
Por eso no recorre Guayaquil, Quito donde existe una prensa que lo puede cuestionar, que le puede plantear inquietudes e interrogantes sobre la ruta del dinero robado, sustraído de los múltiples escándalos de corrupción de su gobierno; no, prefiere ir a localidades de la patria donde va a protagonizar de víctima; eso le encanta; hacer de Ulises, Héctor, o de Abdón Calderón, el héroe niño o simplemente de bobo de la yuca. Lo importante es que el elector se olvide de la corrupción que lo cubre de pies a cabeza y construir la posibilidad de que lo vean sufriendo, ofendido, humillado, despertar lastima en un electorado sensiblero. Su estrategia actual es dar pena. La pena es mucho mejor que explicar los casi 30 mil millones de dólares que es el monto de la corrupción en su gobierno.
De todo esto, el asunto es que la hueva-bada ha generado risa y burla. A éste que se auto titulaba “la majestad del poder” ahora ha pasado a ser la “la majestad del huevo”. Son las ironías y las exageraciones de la existencia. Me inclino reverente ante la suprema maldad de la ironía. Ascendió tan alto en abusos y prepotencia y ahora huyendo con cuatro lagartijas cubriéndose porque hasta las serpientes voladoras le lanzan lo suyo.