El resultado de la consulta del pasado domingo en Ecuador, confirmó lo que los sondeos previos de opinión preveían al ganar el SI, promovido por el gobierno de Lenin Moreno, como respuesta a las siete preguntas objeto de la misma. Siendo de todas ellas, la cuestión del continuismo presidencial la de mayor trascendencia política, es obvio que el expresidente Correa, quien había realizado una caliente campaña por el NO, sufrió un duro revés en sus aspiraciones futuras.
Como se recordará, la reelección ilimitada fue incluida en la reforma de diciembre del 2015, por iniciativa del propio Rafael Correa, en la constitución del 2008, la cual siguiendo el ejemplo de la constitución venezolana de 1999, contemplaba originariamente la reelección inmediata por una sola vez. Pero se trataba de un mal ejemplo, pues la verdadera intención de Chávez, como ya lo hemos dicho en innumerables ocasiones, cuando promulgó su nueva constitución para la República Bolivariana de Venezuela, no era otra que seguir gobernado indefinidamente, después de los dos periodos consecutivos de seis años cada uno, si las circunstancias políticas se lo permitían. Lo que no contaba era con las circunstancias físicas o de salud que se lo impidieron, después de catorce largos años de presidencia.
Y si traemos a colación a Hugo Chávez en Venezuela, es por qué el caso de Correa en el Ecuador es similar; por no decir que es una copia al carbón.
En efecto, Rafael Correa llega la presidencia en enero del año 2007, bajo la egida de la Constitución de 1998, que al igual que la Constitución de 1961 en Venezuela, permitía por una sola vez, la reelección del presidente de la república, aunque no de manera inmediata. Apenas transcurridos un par de meses como presidente, Correa convocaba, imitando a Chávez, una asamblea constituyente que tendría como función redactar una nueva constitución que traería a Ecuador la verdadera democracia. Pero lo que realmente trajo, fue la reelección inmediata por un periodo, con lo cual Correa pasaba de un régimen de cuatro años de presidencia a uno que le daba la posibilidad de ocho seguidos.
Tras ganar los dos nuevos procesos electorales del 2009 y del 2013, ya vigente la Constitución del 2008, Correa siguió aplicando la receta de Chávez que mandaba iniciar un referéndum popular que tuviese como propósito reformar la joven carta magna utilizada como anzuelo en la campaña presidencial del 2006. Como el objeto principal de dicha reforma, por no decir que el único, era establecer la reelección presidencial indefinida y para no hacerlo tan obvio, se debía confeccionar un conjunto de reformas que envolvieran y disimularan el objetivo fundamental, atrayendo la atención del público votante y distrayéndolo del núcleo central de la verdadera reforma. Así, por lo menos, trató de hacerlo Hugo Chávez en el 2007, aunque algunas de las reformas propuestas en materia de propiedad y régimen comunal, asustaron, al parecer, a los votantes que rechazaron toda la propuesta. De ahí su reformulación y redimensionamiento bajo la forma de enmienda en el 2009, que si le premió en la nueva consulta con la reelección eterna.
Correa, sin embargo, aunque realizó un referéndum popular para reformar su constitución en el 2011, no se atrevió con el tema de la reelección continuada, que si incluyó tres años más tarde, en un pequeño paquete de retoques de carácter más legislativo que constitucional, que con formulación de enmiendas, y autorizado, previamente, por la Corte Constitucional, bajo el criterio de que la propuesta no alteraba su estructura fundamental, le permitió evadir a Correa la consulta al soberano, y presentarla posteriormente a la Asamblea Nacional que la aprobó en diciembre del 2015. Un formato menos populista y arriesgado que el de Chávez, pero igualmente efectivo.
Los hechos posteriores si van por rumbos diferentes. Mientras Chávez ganaba su cuarta elección presidencial al hilo, en el 2012, Correa por su parte, cometía el error, seguramente calculado, de deshojar la margarita para los comicios del primer trimestre del 2017, que finalmente dejó en manos de quien había sido su vicepresidente, Lenin Moreno. Un error del que quizás se arrepienta de por vida.
Pero así como Maduro ha repetido malamente al Chávez del 99, forzando una constituyente el año pasado y adelantando sin fundamento legal alguno las elecciones presidenciales de diciembre 2018; Correa igualmente habla ya de convocar una nueva constituyente que rompa el actual ciclo constitucional y le devuelva la presidencia perdida.
La verdad es que en estos avatares del poder, nunca hay nada seguro; más si de un país latinoamericano se trata; y esto lo sabe bien Correa. Quien quita, entonces, que lo que hoy se da como un triunfo de la democracia ecuatoriana, el día de mañana se transmute en una victoria de la “revolución ciudadana” o del pueblo. De ese mismo pueblo que tiene a Lula en la cima de las encuestas, que le dijo no a Chávez en el 2007 y dos años más tarde, le dijo si a la misma propuesta; que en Honduras derrocó a Zelaya por pretender algo que otros posteriormente consumaron o que, en Bolivia, permitirá a Evo Morales, por decisión del Tribunal Constitucional, participar en su tercera reelección consecutiva a finales del 2019, no obstante haber perdido en febrero del 2016, una consulta para reformar la constitución actual que lo prohíbe expresamente.