Hemos visto el juicio seguido contra el ex presidente de Brasil, Lula Inacio da Silva, el cual, acaba de ser condenado a varios años de cárcel en Brasil, por corrupción, lavado de activos y otras acusaciones. Creo que vale la pena analizar su actuación, porque uno de los puntos que llama la atención, es la popularidad de su figura. ¿Es Lula en verdad un delincuente?
Para poder analizarlo, debemos primero recurrir a un artículo que escribí hace unos días, sobre la moral. En ese artículo me refería a la conversación que sostuvimos en un retiro espiritual, con el Padre González Poyatos, SJ, en el que comparaba la moral con los colores blanco y negro. Antes de hacerlo, creo necesario definir lo que es blanco y lo que es negro.
En el caso del ex presidente de Brasil, la justicia brasileña ha definido claramente los colores, y de acuerdo a ello, ha condenado a prisión a Lula. La determinación de la justicia es clara y no admite réplica, de acuerdo a los cánones de la moral. La popularidad del ex presidente, hace que una parte importante de la población, crea que no es justo que Lula esté en la cárcel y que no pueda terciar para las elecciones en la próxima elección presidencial.
¿Quién tiene la razón? ¡Lula es un hombre inteligente y capaz! ¿Por qué ha actuado así? Si leemos sus declaraciones, vemos que él defiende lo que ha hecho por su pueblo, el cual lo vitorea como su salvador. La cantinflada de la acusación por los actos de corrupción, indican que él no considera que ha hecho mal al recibir el Departamento y otros “obsequios”, simplemente, cree que tiene el derecho de recibirlos por las gestiones realizadas. Para él, es un pago por sus gestiones y punto. No considera que para pagar estos valores, las compañías tuvieron que subir el valor de sus ofertas, las que fueron pagadas con dinero del pueblo brasileño, es decir, que en realidad es dinero de todos los brasileños. Él cree que su pueblo está agradecido por su gestión, y así lo creen también muchos de sus seguidores que lo defienden.
¿Es moral su actuación? ¡Por supuesto que NO! Éste es uno de los sofismas y desgraciadamente, uno que se está generalizando en nuestra América Latina. ¡El fin NO justifica los medios! El respeto, ese algo que ya desde hace un tiempo se encuentra perdido en la maraña de la prepotencia y la demagogia, ha desaparecido. ¡TODO TIENE SU DUEÑO, y debemos respetar lo ajeno!
¡Popularidad no es sinónimo de honradez! El hablar de una persona, que se comente sobre ella no la hace honrada. Se puede hablar bien o mal, pero la gente, generalmente sólo recuerda que se habló y no piensa si fue por algo bueno o malo.
Es una pena que un hombre capaz e inteligente, se haya dejado llevar, por la prepotencia y la popularidad hasta convertirlo en un delincuente de cuello blanco.