La deuda nacional se encuentra en vertiginosa trayectoria ascendente y el Gobierno asfixiado en su capacidad de honrar sus compromisos de pago. A casi un año de asumir funciones y sin un definido plan de reestructuración económica, la narcoguerrilla ha desnudado la precaria seguridad interna y externa del país y expuesto la absoluta fragilidad políticoeconómico del Ecuador. El riesgo país aumentará mientras las perspectivas de inversión extranjera se deterioran como consecuencia de la violencia que se concentra en la frontera norte. Este es el resultado de un régimen admirador de revoluciones, permisivo con el narcotráfico y compuesto por exsubversivos.
No existe otro camino que la formulación de un histórico plan de desarrollo que incluya a los Estados Unidos como principal aliado estratégico del Ecuador dentro de un amplio programa de reestructuración económica de largo aliento con alta decisión política, activa participación de organismos multilaterales y grandes sacrificios internos. Aquello requiere, sin embargo, la renuncia del régimen a su tendencia revolucionaria. ¿Tendrá Lenín la suficiente entereza para asumir una reconversión política y dar paso a la reconstrucción de la nación? Es posible, pero altamente improbable por sus convicciones socialistas. Las riendas del poder serán eventualmente asumidas por quienes piensen en verdaderas políticas de mercado, estén dispuestos a ejecutar dolorosos ajustes al gasto público, establezcan seguridad jurídica, generen credibilidad y abran el país al mundo.