Leemos en la prensa, que uno de los problemas del momento actual es que hay poco interés en afiliarse a los nuevos movimientos que quieren inscribirse como partidos políticos. Es indudable que, luego de la debacle provocada por la fatídica Alianza País, de ingrata recordación, ya el pueblo no quiere pasar otra vez por el engaño, para dar a unos cuantos vivos, la oportunidad de enriquecerse a costa de robarle a los ecuatorianos, como decía el ex mandatario: “Que nos roben todo, menos la esperanza”, para terminar robándonos hasta la esperanza.
Está bien que existan los partidos políticos, es decir, grupos de personas de similar ideología, para que organicen y mejoren su ideología, escojan entre sus filas, o entre los ciudadanos, a los mejores prospectos para gobernar, ya sea el país, la Ciudad, la Provincia o para formar parte de los diversos organismos del Estado.
Crear partidos y tener un gran número de afiliados es en verdad un mecanismo de corrupción, porque para lo que se presta, en verdad, es para que la gente se afilie para conseguir un puesto en alguna entidad estatal, con la finalidad de lucrar. Otro de los actos de corrupción, es la venta de esos puestos, negocios de los que lucran los que ocupan puestos directivos, y posiblemente en algunos casos, sin que las autoridades se enteren.
Está muy bien que se formen comités barriales, pero estos deben conformarse para las elecciones, y no necesariamente con miembros del partido. El pueblo, con la esperanza de recibir, ya sea un puesto de trabajo (aunque tenga que pagar para tenerlo), un bono, o cualquier otro regalo, se afilia y luego defiende a las autoridades electas, aunque después se decepcionen y se den cuenta que fueron estafados.
La experiencia vivida en los 10 años de correísmo, debe advertir contra este tipo de populismo. Todos los grandes populistas con éxito, han terminado millonarios y con un grupo reducido de élite, que han pasado a ser los nuevos millonarios de sus naciones. El pueblo, mientras tanto, si bien algunos llegaron a ocupar algún puesto público, se queda con el miedo de perder lo logrado y con la angustia de tratar de conservarlo, así sea desafiliándose y afiliándose luego al partido del que esté gobernando.