20 abril, 2025

A mi madre

Era una niña que aprendió a amar en la alborada
y a dormirse soñando en el ocaso,
que a su madre la vio en la ternura.
dulce, fuerte y casi una heroína…

Y de sentirla así, nunca vio su traje ya raído,
ni en su frente la señal del sufrimiento.

De ella aprendió la fe y la esperanza,
el amor, la justicia y fortaleza…

A soñar en castillos de cristales
y a galopar en potros desbocados por las nubes.
A vivir días felices, con familia, amigos y con hijos.

Cuando iba por la calle, cogida de su mano,
era tan feliz como ninguna,
que a los hombres los sentía sus hermanos,
porque no supo jamás lo que era el odio.

¡Ah domingos de la niña ¡inolvidables!
…Su madre no iba al trabajo, ni ella a la escuela,
iba juntando el paso con su paso
hasta la bella laguna de aquel parque;
donde tendida en la hierba de su orilla,
remontaba el arco iris de sus sueños.

Y la niña creció y se hizo grande,
amó como jamás criatura alguna amara,
haciendo realidad todos sus sueños:
de castillos de plata, seda y pedrería.

Fue dueña del cielo, mar y estrellas,
de caminos y ríos cantarinos
y la dulce sonrisa de los niños.

Acarició la ternura en sus entrañas,
por todos los hijos que ella tuvo,
con el hombre amante de su vida,
y por cada vez que la llamaron madre
elevaba un himno al infinito,
por el preciado don que recibía.

Mayo 1988

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados

Te he visto renacer

Mujer que hace caer lluvia en los desiertos Mujer que une civilizaciones Te quisieron destruir Te quisieron quemar Abusaron de tu inocencia Abusaron de tu bondad Mujer fuerte Mujer admirable Mujer que […]

×